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La paz por encima de la confrontación

Lo que es innegable después del plebiscito en el país, es que la paz se ha consolidado como el deseo que queremos todos los colombianos. Un ejemplo elocuente para confirmar el valor y el sentido de lo aquí expresado, lo constituyen las marchas y manifestaciones sociales realizadas inicialmente en Bogotá y posteriormente en otras ciudades, donde se puede apreciar que la paz, mirada desde la perspectiva de nuestra cosmovisión es una paz pluriétnica y multicultural. En estas expresiones sociales está incluido el Sí y el No, pero interpretada bajo una controversia sana y constructiva que tiene un propósito y una función específica, dejar atrás la violencia, la guerra y la incertidumbre.

Apreciando la cronología de esta confrontación, Sí y No, la diferencia se resuelve dialogando no distorsionando, menos disparando. Es decir, obrar con una agenda de carácter político que tenga la capacidad de agenciar y construir proyectos; donde la participación del pueblo sea democrática y plural. Estas son concepciones de carácter político, ético y estético que nos permiten discernir entre la paz y la guerra; en otras palabras, los del Sí y los del No, confrontados, en forma unánime votan por la paz; la discrepancia se da en la forma y contenido de los acuerdos en La Habana.

Por ello es necesario que quienes quieren imponer el lenguaje de la confrontación en un escenario global, convulsionado cambien de mentalidad. Este es un campanazo de alerta, la esperanza aflora de tal manera que los unos y los otros, desde ya en forma mancomunada deben diseñar y articular estrategias que conduzcan a lograr la tan deseada paz.

Todos estamos obligados a asumir un dialogo reflexivo y analítico, con vocación democrática para que el desbordamiento de la confrontación no cause daño y colapse la capacidad de respuesta. Con base en esta contextualización y conocidos los resultados del plebiscito, cabe preguntar.

¿Qué viene ahora? Para responder es imperativo que el país proceda a promover lo más pronto posible el ejercicio de reconstruir el tejido social; algunos sugieren que el plebiscito debe repetirse, las Farc proponen una asamblea constituyente, otros que se reformen los puntos álgidos de los acuerdos. Toda esta temática requiere debates serios e incluyentes, comprometidos con la edificación de un rescate social y de una nueva estrategia que reconstruya el bienestar, sustentado en la plena garantía de los derechos humanos.

Mucho se habló con relación a este propósito por encontrar la paz, sobre un firme acto de voluntad con fuerza, arrojo y trabajo que conduzca a encontrar caminos de solución, para ello se necesita aprender a perdonar, arrepentirse, a reconciliar; es necesario dejar atrás sentimientos y señales de un pasado de odio y rencor que no permiten al individuo respirar y aspirar la paz; pero por desgracia en ese sentido muchos afirman: “yo perdono, pero no olvido”. A decir verdad esta es una sensación de declive que se entreteje con las estadísticas sociales, la realidad.

Inmediatamente logremos la paz que tanto soñamos se acabará por fin el desbocado aislamiento que nos enfrenta. Este fenómeno nos impulsa a construir una escalera de esperanza que active la solidaridad, que alinee esfuerzos en la construcción de gobernanza legítima, que articule una ruta de atención especial a las víctimas del conflicto armado. Todos estos propósitos se logran orientando a la comunidad en la dirección correcta sobre el derrotero de un mapa de acción que proyecte liderazgo y genere un criterio de pensamiento genuino y transformador de la realidad social y lo más importante aún que fundamente salidas constructivas hacia aspiraciones superiores que permitan potenciar el ser, hacer y qué hacer.

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Jairo Franco Salas: