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La paz desgastada

Una de las apalabras que más hemos escuchado en la vida ha sido paz. De niños, cuando se armaba una tremolina con los hermanos, las mamás decían: esos muchachos no dejan vivir en paz; cuando había procesión de la Virgen de Fátima, nos hacían darle vivas a la reina de la paz, es más en el canto decía: “Ha venido a América a traer la paz”, cuando hablaban los mayores el tema era: algún día lograr la paz en el país, siempre la paz.

La imaginaba algo así como un ser resbaladizo, sinuoso, que era imposible de atrapar. Crecimos con la certidumbre de que se iba a lograr algún día la paz. Los distintos gobiernos se han inventado fórmulas para lograrla; se conjuró el conflicto partidista con el Frente Nacional, ¿pero se vivió en paz? Después cada uno que llegaba a la silla presidencial la prometía de manera beligerante o con diálogos.

Hoy por hoy, en un mundo convulsionado, Colombia está a punto de lograr la paz, aunque faltan temas por tratar con la guerrilla de las Farc. Algunos cansados ya dice: ‘Sí, que se firme a como dé lugar’, otros ya sabemos que no están de acuerdo, otros que sí, pero que no. En fin se espera la tranquilidad del país.

Surge una inquietud: ¿Y luego cómo se superaran otros factores de violencia y de guerra? ¿Otro proceso largo con el ELN, las Bacrin remanentes de las autodefensas y capos del narcotráfico? Porque la paz va más allá de amistarse con las Farc, es enfrentar la corrupción tan fuerte que ha socavado instituciones que creíamos sagradas; es disminuir las cifras de desempleo para que no se levanten más movimientos inconformes; es tener alcaldes y gobernadores limpios; diputados y concejales honorables; funcionarios capaces y honrados.

La paz es no matar más mujeres, ni violarlas, ni golpearlas; es respetar a los niños, no abusarlos, no desaparecerlos, ni dejarlos sin escuela. La paz también es meterse en un taxi sin miedo a que le roben, le hagan el paseo millonario y más; es tener un turno seguro para curar los males y eliminar las colas infamantes en donde los ancianos y enfermos graves mueren antes de ser atendidos.

La paz, no solo es un trato con las Farc, es ayudar a que el campesino ame otra vez sus tierras, sus paisajes, sus animales, sus producto; es no entorpecer la inclusión que no permita ofensas a las minorías; la paz es no más carteles de cuadernos, ni de contratos, ni de falsos testigos, sólo los carteles que anuncien una noticia feliz.

La paz son todos los que han muerto por ella; la paz también, aunque parezca que no, es dejar tanto chismes y banalidades en nuestras sociedades.
La paz, ahora, es desear que las conversaciones de La Habana den un resultado pronto y que todos comencemos a trabajar en nuestro sitio para encontrarla por más resbaladiza que sea. La paz es un derecho fundamental del que se nos ha privado desde siempre, ya es hora de que no las restituyan.

Mary_Daza_Orozco: