La paz es el más elocuente, sencillo y significativo mensaje, expresa la adopcion de programas en consenso con la sociedad mediante fórmulas elaboradas con criterio participativo, coyuntural y pertinente. Paz es el eje para el desarrollo social de Colombia; es el progreso de un pueblo diseñado en planes integrales, es tambien la expectativa que refleja percepción de triunfo, goce, coherencia social, derecho a la igualdad, a la participación y a vivir mejor; metas estas que se patentizan y trascienden a resultados sustantivos; pero que sea una paz con dignidad.
Los vocablos paz y guerra se han mantenido alrededor del hombre y sus comunidades desde la antigüedad, nos basta solo recordar lo sucedido a orillas del Eufrates con la edificacion de la Torre de Babel y sus diversos conceptos, criterios que nunca se cristalizaron.
Por ambiciones desmedidas, conquistas que creemos razonables, excesos, hemos llegado a afectar sin querer queriendo, los derechos de nuestros semejantes, sin entender que nuestro derecho termina cuando nace el del otro, ya sea de cualquier raza, estirpe o condicion, originando conflictos, que pudiendose solucionar se agudizan por falta de propuestas concretas que puedan erradicar esos mínimos problemas dejandose al vaivén de factores perturbadores que agrandan el conflicto.
Debemos enfocarnos en acciones alineadas con iniciativas compatibles y coherentes, haciendose énfasis en el propósito constitucional de atención inicial de urgencia prioritaria. La verdadera paz, independencia, valores y principios dependen en alto grado de las condiciones éticas y morales de las partes en conflicto; oportunidad esta para reafirmar la lealtad y compromiso si de verdad se desea una verdadera paz.
Sobre las causas y consecuencias, podría decirse que la guerra como función perturbadora es el personaje central que termina de manera perversa como el culto supremo a la actividad humana entorno a diálogos exploratorios, previos al proceso en marcha. La violencia no diferencia razones, clases sociales o cualquier otra circunstancia.
Por ello se requiere hoy desarrollar acciones de prevención de carácter universal a través de mecanismos y herramientas que puedan identificar los conflictos y de tal manera garantizar derechos a la identidad, dignidad humana y libertad de manera expresa y clara, generando así condiciones estructurales para el éxito integral, camino a la paz. En idénticas circunstancias consolidar la libertad de expresión como parte conexa y coherente de los Derechos Humanos, eje básico en el enfoque de estas discusiones en un proceso de paz. Se requiere ahora verdadero discernimiento en materia de emprendimiento y aplazamiento de los diálogos de concertación, motivo de fondo para que no existan dilaciones; es decir, entender las voces de los protagonistas como cimientos en la transformación social, proceso que requiere el cumplimiento de normas específicas.
En este orden de ideas, poder y contrapoder confluyen en la sociedad en servir desde posiciones y visiones particulares. Es necesario rechazar los diálogos politizados, ineficaces, espurios, mediáticos que no están a la atura del reto principal: La paz.
En busqueda de la paz que nos es esquiva, los intentos de cualquier ciudadano colombiano por aportarle a ella, deben ser acogidos nunca rechazados. En la búsqueda de la paz, se debe tener en cuenta la humanización del conflicto, no hablarse de paz a espaldas de las víctimas; más bien articular una agenda humanitaria que sirva de herramienta para alcanzar los mecanismos del proceso de cese al conflicto, mediante propuesta originadas en el seno de la sociedad.
Todos unidos deseando y más, insistiendo, aportando bajo una sola bandera, estaremos prestos a izar el sano e imprescindible propósito de la paz.