“… Una señora patillalera muy elegante; vestía de negro causó en el valle una gritería porque la nieta que más quería, la pechichona, la consentida, un dueño de carro cargó con ella…”
Procedente de Patillal, Juana Arias llegó a Valledupar en busca de su amigo y confidente Rafael Escalona Martínez para pedirle ayuda y a la vez apoyo por cuanto una de sus nietas un dueño de carro cargo con ella. El maestro la escuchó detenidamente y decidió llevarla donde el alcalde de Valledupar de esa época, Pepe Castro.
El propósito de la visita era denunciar el rapto de su nieta Juana Bartola, quien la noche anterior se había fugado con Alex, conocido como ‘El Perreyeye’, hombre mayor, trabajador y experimentado, coqueto y conquistador; de sombrero alón, vestido con apariencia de ranchero texano, con botas de vaquería y revólver al cinto; era comerciante de tabacos y de Wiski traídos de contrabando desde Portete hasta la Capital. Mercancía transportada en su flamante automotor y afamado en toda la región como ‘El Chevrolito’.
EN LA ALCALDÍA
El maestro Rafael y su amiga, Juana Arias, al llegar al recinto municipal fueron abordados en uno de los pasillos de la alcaldía por Elfo Jiménez Ochoa, quien les manifestó que el señor alcalde y demás autoridades no se encontraban en la ciudad; acompañaban al burgomaestre a una ceremonia religiosa oficiada por el señor obispo monseñor Vicente Roys y Villalba, con ocasión de las festividades del Santo Cristo.
Ellos viajaron desde muy temprano en compañía del inspector de policía Bernelys López, el director de la cárcel del Mamón, Darío Hernández; el secretario de educación, profesor Gustavo Cotes Fernández; el inspector de pesas y medidas, Rafael Suárez Araujo; y Jairo Becerra; comitiva recibida por el inspector local de Mariangola, Enrique Ariño, y el ciudadano Víctor Arias.
FUE A CASA DE ‘EL TURCO’ PAVAJEAU
Aturdida y aburrida, Juana Arias atravesó la plaza mayor y llegó en busca de ayuda a casa de ‘El Turco’ Pavajeau, allí ‘Romoca’ y Carmen Montero le sugirieron hablar con el cura. Ante la impotencia, a Juana Arias no le quedó otra opción que irse a la iglesia a quejarse con el presbítero.
El padre Armando Becerra, quien era ampliamente reconocido por cuanto desde sus inicios sacerdotales había oficiado en las comunidades de Patillal en la iglesia de la Virgen de las Mercedes, en la de Atánquez en la iglesia de San Isidro Labrador y ahora como presbítero a cargo de la iglesia de la Virgen de la Concepción, Juana Arias al relatarle las circunstancias de su visita le pide al sacerdote Becerra Morón: “Padre case a mi nieta porque el novio se la sacó…”
El padre con la chispa que caracteriza a todos los miembros de la familia Morón le dijo: “Tranquilízate Juana Arias; déjate de tanta vaina; el NO se la SACÓ, se la METIÓ quédate tranquila que tú por acá muriéndote y ellos tranquilos mascándose el cabresto”.
POR: PEDRO NORBERTO CASTRO ARAUJO/ESPECIAL PARA EL PILÓN