El significado etimológico de la palabra Parranda, según el DRAE, es una “cuadrilla de músicos o aficionados que salen de noche tocando instrumentos o cantando para divertirse” o también “una juerga bulliciosa, especialmente la que se hace yendo de un sitio a otro”.
Según el escritor e investigador Daniel Samper Pizano, en España hay guateques (que son muy parecidos a nuestras parrandas), pero también se habla de irse de parranda y de parrandear, sobre todo en los últimos tiempos, por influencia de la inmigración latinoamericana.
Es motivo de gran interés y análisis que en diferentes géneros musicales de carácter folclórico en los distintos países circundantes del mar Caribe, esté presente la parranda como un aire musical o ritmo más, que enriquece el espectro sonoro de cada territorio y que los músicos del ayer dejaron grabados en abundancia, pero que curiosamente han sido desterrados de las producciones musicales contemporáneas.
Siguiéndole el rastro a la Parranda, la encontramos en la música Jibara de Puerto Rico, en el repertorio merenguero de República Dominicana, en las tonadas panameñas, en las provincias de Trinidad y Santi Espíritu de la isla de Cuba y en forma significativa en nuestro país en el género Vallenato, en los bailes cantaos de los pueblos ribereños del rio Magdalena y en la música parrandera paisa que irriga melodías en los departamentos de Antioquia, Caldas, Valle del Cauca y Nariño. Es casi seguro que en la onda de la música negroide del litoral Pacífico en Perú y Ecuador también encontremos la bendita parranda.
Observando el catálogo de parrandas grabadas en diferentes países del gran Caribe y enmarcadas en ritmos folclóricos propios de cada uno, podemos determinar que la parranda como tal no tiene una identidad ritma específica, puesto que rubricados así puede tratarse de un fandango, o un baile cantao, o un paseo o merengue vallenato, una plena portorriqueña, una tamborera panameña, un son paisa o de Cuba una parranda espirituana; pero conservando todos ellos una estructura estrófica común, como es coplas sueltas cada una con su estribillo o decimas libres rematadas por estribillo como en el caso de la parranda espirituana de Cuba.
Hay que destacar además que tradicionalmente se interpreta la parranda con instrumentos de cuerdas, aunque en Panamá es el órgano de uso frecuente y en nuestro país en departamentos como Bolívar y el viejo Magdalena es protagonista el acordeón, como en el caso de “La parranda jarabera” del chivolero Domingo Jaraba, Barquisimeto de José María Peñaranda, ‘La Mona’ del folclor bolivarense y ‘El amor amor’, según el criterio del maestro ‘Pacho’ Rada.
Esto nos pone en evidencia la clara herencia española donde las parrandas surgen inicialmente como una danza típica de la región que comprende desde Murcia hasta la comarca de la Sierra de Segura en la provincia de Albacete, que tiene su origen en la seguidilla y que musicalmente están compuestas por tres coplas que se complementan con tres estribillos. Se acompañan con postizas, la variante murciana de la castañuela y con chasquidos de dedos llamados pitos. En este punto estamos conectados con nuestros bailes cantaos donde el palmoteo y tablillas de madera son los encargados de acentuar el ritmo.
En las regiones descritas de la península Ibérica, las parrandas son piezas fundamentales en las muestras de música tradicional y en diversos festivales folclóricos.
Curiosamente para la historia fonográfica del vallenato, el primer tema grabado por el trío Bovea y sus Vallenatos, a finales de 1949, es el muy conocido como ‘La marimba’, o ‘La marimba está en la calle’, el cual fue rotulado como parranda y que según la explicación al respecto de Alberto Fernandes Mindiola, su vocalista, su ritmo es algo intermedio entre el paseo y el merengue; es decir, más andante que en el paseo, pero menos que en el merengue. Es un tema que hasta el presente no ha llamado la atención de los investigadores del vallenato.
Por Julio Oñate Martínez