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La panadería como estrategia pedagógica

A través de la panadería, Beatriz Cuadros enseña a sus alumnos la ética y los valores en el Instituto Casimiro Raúl Maestre.

Cada vez es menos frecuente encontrar procesos pedagógicos que tengan como componente principal la práctica y el trabajo en equipo, pero sus aportes a la sociedad son de una gran magnitud, como el caso de una maestra que en la sencillez de un aula escolar enseña a sus pupilos la disciplina, el respeto, la pulcritud y la exactitud que debe llevarse en toda actividad para alcanzar los objetivos de una manera satisfactoria.

Beatriz Cuadros es el nombre de una docente de ética y valores que cada día desde las 6:00 a.m. dirige sus clases en el Instituto Casimiro Raúl Maestre de Valledupar, aplicando un método poco tradicional: la panadería.

La jornada comienza con una recordación de los puntos básicos a tener en cuenta durante la panificación: “quitarse anillos, pulseras y relojes; manos bien limpias, cabello recogido, delantal, gorro y tapabocas bien puestos; cada cosa en su lugar antes de poner las manos en la masa”. 

Aunque es de carácter pedagógico, el proyecto tiene visión empresarial, es autosuficiente y las ganancias obtenidas son reinvertidas.

Setenta y cinco estudiantes (quince cada día de la semana) de 9º, 10º y 11º hacen parte de este grupo de trabajo que elabora 310 panes cada mañana, los cuales son vendidos en el interior de la escuela durante el recreo.

Recordando los comienzos de la iniciativa, la profesora Beatriz comenta: “iniciamos las labores en el año 2008, con un horno prestado por la profesora Betny García (Q.E.P.D.), la idea era que el estudiante conociera el valor del trabajo, del cumplimiento, de la disciplina y empezara a tomar experiencias para la vida laboral, independientemente de si su destino esté ligado a la panadería u otra profesión”. 

Durante el proceso, con buen ánimo, máxima concentración y sin perder tiempo se le ve dando directivas: “Castillejo, aplique la levadura… Lúquez encienda los hornos… Angie, Rosa y Andrés, aceiten las bandejas… Haga bien la circunferencia, con fundamento… Recuerde que los víveres entran por los ojos, un alimento bien preparado se vende rápido…”.

Así se va haciendo el pan en sus diferentes presentaciones: panocha, rolliqueso, pan pizza y lengua; a las 8:00 a.m. sale la primera tanda y a las 9:15 a.m. todo vuelve a quedar limpio y organizado.

Iván Castillejo de 16 años es el Jefe de panadería, al ser preguntado acerca de las razones que lo motivaron a unirse a esta actividad y cómo se proyecta para su muy cercano futuro profesional responde: “a mí siempre me ha gustado la cocina y transformar las materias primas en nuevos productos, por eso acudí al llamado de la profesora Beatriz; me gustaría en el futuro seguirme capacitando y montar mi propia panadería”.

Aunque su naturaleza sea pedagógica, se trata de un proyecto con una visión empresarial, es autosuficiente y las ganancias obtenidas son reinvertidas; de este modo han podido crecer, ahora tienen dos hornos, una amasadora eléctrica, una balanza, dos ventiladores, veinte bandejas de aluminio y dos mesones de acero, además de haber arreglado el lavaplatos y la iluminación. El resultado: una capacitación más técnica y un lugar digno donde realizar sus labores.

Sin duda un gran ejemplo de cómo la voluntad y la creatividad pueden ayudar a replantear de manera exitosa los modelos educativos, logrando con pocas palabras aplicar valores que de otra manera, serían letra muerta que yace en la mayoría de las anotaciones estudiantiles.

Por José Luis Ropero

 

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