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La ONU, unas de cal, otras de arena

La ONU es un parto de la guerra ocurrido en 1945 terminada la segunda guerra mundial y se comprometió en mantener la paz y la seguridad internacional, fomentar relaciones de amistad entre las naciones, promover el progreso social, mejorar el nivel de vida y los Derechos Humanos. Sus fundamentos tienen tanto de retórica como de buenos propósitos.

A decir verdad, pocos de estos principios se han cumplido; lo que vemos cada año son más guerras, más pobreza y violación a los derechos humanos. Los procesos migratorios crecen, la cuarta parte de la población mundial padece hambre y enfermedades curables, la concentración de la riqueza aumenta: hoy el 95 % de las riquezas del mundo pertenece al 1 % de la población. Su primer acto, como ente supranacional, consistió en darle territorio a una diáspora de judíos carentes de patria para que conformaran su propio Estado en territorio palestino que por milenios les había sido esquivo, repartidos por todo el mundo tras la destrucción de Jerusalén por los romanos.

Por eso, a quien deambula le decían “judío errante”. En esta decisión incidió el genocidio padecido por esta población de parte de los nazis; todo el mundo aplaudió esta idea humanitaria. Hoy se sabe que fue un acto de magia y geopolítica de los EE. UU. que vieron la posibilidad de anexión del estado 51 de la unión americana, convertido después en enclave de la guerra en el medio oriente. Hitler fue un hombre despreciable, pero en Alemania no se movía una hoja de papel sin que los judíos lo supieran, la economía alemana estaba cooptada por la comunidad judía como hoy ocurre con la gringa. Sin embargo, estos buenos propósitos de la ONU resultaron un monstruo de Frankenstein que nadie puede controlar.

No dejar a nadie atrás: actuar codo a codo para promover la paz, el desarrollo sostenible y la dignidad humana en favor de las generaciones presentes y futuras”, reza uno de los postulados de la ONU. Este enunciado choca con la realidad, no ha podido mantener la paz y la seguridad en los territorios palestinos y su vecindad. Es una lástima, el pueblo judío es una raza emprendedora, creadora de riquezas y diferente a sus dirigentes. Sus científicos han obtenido tres premios Nobel de química y muchos más en física, medicina y química compartidos con otros países (casi 30); este rankin en la ciencia lo tienen pocos países, más esta es una paradoja.

La ONU, además de sus fundamentos altruistas es también un instrumento de dominación cuyas resoluciones tienen doble rasero, dependiendo de quiénes se encuentren en conflicto; a veces son de estricto cumplimiento, a veces no. Israel es un hijo adoptivo de los EE. UU. a quien ayuda en su sostenimiento presupuestal y militar. El secretario de estado de los EE. UU., Antony Blinken es judío y por lo tanto, jamás tomará decisiones contrarias a los intereses de Israel. Los judíos pueden nacer en cualquier parte del mundo, pero ellos no son de allí, son judíos orgullosos de su origen. Tampoco ayuda que cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU tengan capacidad de veto; esto indica que este organismo “filantrópico” no es democrático ni sus propósitos siempre se pueden cumplir: los EE. UU, basados en este privilegio, nunca aprueban medidas que conduzcan a la solución del conflicto entre Israel y Palestina.

A la ONU le ha faltado decisión o no posee la suficiente autoridad para solucionar estos problemas; ni las ambulancias de la ONU son respetadas. Y los mismos que pusieron el grito en el cielo por la agresión rusa a Ucrania, dándole ayuda militar, ahora nada dicen de los victimarios que antes fueron víctimas. Así no se juega. Todo el poder de la ONU se concentra en Nueva York, y de sus seis divisiones, solo la Corte Internacional de Justicia opera fuera de los EE. UU., en La Haya, Países Bajos. Claro, EE. UU. también es el país que más aporta al sostenimiento, más del 20% de su presupuesto que para el presente año ronda los US4.000 millones, sin contar la ayuda militar; acaban de aprobarle US20 mil millones para la guerra y Netanyahu fue aplaudido por ambas cámaras en los EE. UU. La ONU necesita una revisión.

Por: Luis Napoleón de Armas P.

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