Según la Biblia los israelitas atravesaron el mar Rojo huyendo del faraón tirano. Llevaban sus enseres más preciados con ellos, tuvieron la ayuda divina y el mar se abrió, y pasaron a buscar la tierra prometida.
Centenares de colombianos también acaban de atravesar un río, con caudal mermado por el verano, trayendo exiguas pertenencias, con escaparates, camas y colchones a las espaldas; no se les abrió el hilo de agua, no era necesario, ellos al revés del pasaje bíblico, eran expulsados de la tierra prometida.
Sí, desde jovencita veía a los del sur de La Guajira emigrar a la tierra del petróleo, a trabajar en materas (fincas), y las mujeres de cachifas (muchachas del servicio) y venir a pasar vacaciones con sus familiares, con unos cuantos bolívares y un electrodoméstico. Venezuela era la tierra prometida.
Pero siempre hubo maltrato para los colombianos, siempre fueron vistos como una plaga, pero buena para el trabajo. Y hubo incursiones tremendas. Cubrí para El Espectador la irrupción de la guardia venezolana al Cerro del Avión, región de Manaure, Cesar, y volaron una antena de Inravisión, y mataron a un campesino y lo enterraron en un arroyo, y exigieron comida en la finca del señor Lenin Mieles. A otros se los llevaron, los encarcelaron en el Táchira. Hubo reunión de cancilleres en el Batallón La Popa de Valledupar y, como siempre, todo quedó en nada.
Ahora, un señor, gordo con bigotes como los de Capulina, mal bailador, enloquecido por el desastre al que ha llevado a su nación, arremetió contra unos terribles paramilitares: abuelitas, niños, mujeres embarazadas, mujeres desdentadas, mujeres que ven desdibujada la esperanza, ¡Todos son temibles paramilitares! Hombres trayendo a sus animales domésticos, como remanentes de años de trabajo; hombres que se vieron sin hijos porque se los dejaron del otro lado, hombres cargando con las puertas de sus casas marcadas con letras de la infamia.
En fin, hombres, mujeres y niños, todos paracos.
Lo extraño es que el dictador enloquecido (todos lo son, y terminan mal) nunca haya dicho que son guerrilleros, es bien sabido que desde hace tiempo allá se refugian, pero, al parecer, son angelitos.
El drama es serio, nuestros compatriotas han sufrido la más dura de las torturas: la dignidad socavada. Nuestro deber es apoyarlos, por encima de los partidos políticos, dejar las rencillas y desacuerdos internos para cuando pase esta tragedia y tener en cuenta que un obseso siempre es peligroso. Y el gobernante vecino, lo es.
NOTICA: Es una delicia periodística escuchar la W Radio, el manejo de las duras noticias con profundidad, pero matizadas con pensamientos, poesía y música, elementos bien dosificados que llevan a no perder la esperanza de que vendrán tiempos mejores. La elegancia enérgica de Julio, el talante de Camila, el preciosismo idiomático del doctor Casas y el buen trabajo de todos, merecen una gran felicitación.