Casi siempre vivimos la vida encadenados siendo dueños de la llave. Mostramos debilidades sin sufrirlas, entonces nos atacan y cuando tratamos de abrir los candados, desde luego ya es tarde.
Después de un análisis detenido y serio sobre la situación que afronta el país, cada vez que suceden los paros, se cuela el vandalismo, cuyos objetivos son los ataques a pequeños y grandes comerciantes, almacenes mayoristas, bancos, monumentos que enmarcan los hechos sobresalientes de la historia nacional, daños al comercio en general, bloqueos en el transporte urbano, incendios a vehículos públicos y privados y por no mencionar más, agrego el bloqueo de vías nacionales primarias, sin descartar secundarias y terciarias; entonces se queda uno pensativo y triste, pues los reclamos motivos de los paros, cuando asoman los perversos, se mezclan con los odios profundos de los falsos líderes que aprovechan estos hechos para regar sus semillas de resentimientos sociales.
El resentimiento es el arma favorita del ocioso sin ley, que conduce a la envidia y el envidioso no concibe la felicidad de los demás.
No voy a analizar los orígenes de estos temas pasionales, pero sí voy a referirme al tema de las vías terrestres, que componen la arteria de la economía nacional a través del transporte de todo tipo de cargas con insumos para abastecer oportuna y permanentemente la economía de mercado, que ayuda a regular el mismo y hacer accesibles los productos más importantes para el consumo humano, en especial, para las clases más sensibles.
Por nuestras vías se suministran productos perecederos y no perecederos, alimentos, medicamentos, materiales, maquinarias y equipos que demandan las actividades cotidianas. No es lo que cuesten en si dichas vías, que tampoco se subestiman, sino la importancia del servicio que prestan.
Su destrucción desconsuela; además la quema y bloqueos de ambulancias, mulas con provisiones relevantes de usos varios y con insumos hospitalario y sanitarios en esta época fundamentales; se está impidiendo el movimiento confiable en el país, inmovilizando todo, lo cual termina atentando en términos precisos con la ciudadanía en general, su estado emocional, su fuerza económica, poca o mucha, y sobre todo su estado de salud psicológico y corporal.
Bloquear y dinamitar puentes, destruir calzadas, bancas y accesos viales es un delito de lesa humanidad, pues atenta contra la vida y dignidad de las comunidades, conglomerados y personas, arruinando su estatus, categoría social y humanística.
Es por tal motivo que, analizado este tema, no falta profundizar para declarar estos hechos como delitos de lesa humanidad, por atroces y de carácter inhumano, que forman parte de un ataque sistemático contra una población civil, cometidos para aplicar la anarquía a base del daño y ofensa. Son delitos que atañen contra el bien común atacando los derechos humanos fundamentales.
Se debe con premura legislar sobre ello para impedir que esto siga ocurriendo y los protagonistas reciban las penas severas que merecen por dichos actos.
Nadie habla de guerras cuando existe paz en el corazón y con paz en el corazón jamás se atenta contra el bienestar comunitario; los amigos de la anarquía buscan el poder empapados por altas fiebres irracionales, que solo se curan con el peso de la ley aplicada sin temores.
Entonces, la observación hace la ley. ¡Qué esperarán nuestros congresistas! He aquí el tinglado de la antigua farsa. (Jacinto Benavente)