El pasado 16 de diciembre, en el auditorio de la Cámara de Comercio de Bogotá, para mayor exactitud, en la sede principal de dicha entidad, que se encuentra sobre la Avenida El Dorado de la capital del país, el Contralor General de la República, Edgardo Maya Villazón, rindió cuentas a la ciudadanía sobre la gestión de su administración durante el año 2016.
“Quiero iniciar mi intervención precisando que hace un año en mi primera rendición de cuentas, señalé que mi administración enfrentaba dos situaciones difíciles. La primera, relacionada con el hecho de que el nivel central se hubiera quedado sin sede para operar”, expresó Maya Villazón.
Continuó el Contralor: “Después de un año, gracias al apoyo del Ministerio de Hacienda que asignó los recursos necesarios, en una cuantía de $308 mil millones, así como al esfuerzo de un equipo de trabajo comprometido, debo manifestar mi complacencia en ver materializada la nueva sede central de la Contraloría General de la República, espacio digno de trabajo para el bienestar de 2.100 servidores y la atención amable de nuestros usuarios y ciudadanía en general”.
Entre calle y carrera, se materializó en 17 pisos, ubicados también sobre la Avenida El Dorado, la nueva edificación que alberga las dependencias de la sede principal de la Contraloría General de la República; edificio esquinero visible desde lejos, con un costado sobre la calle y el otro sobre la carrera.
Aunque habla mal de uno adular, habla peor de uno no decir las cosas por su nombre: la gestión pública de Edgardo Maya Villazón con la adquisición de una nueva sede o lugar de trabajo, marca lo que será la actividad de la Contraloría General de la República para los próximos años.
Y si bien es cierto que lo público y en especial cuando se trata de recursos, en la medida en que es de todos, no admite que se le ponga la marca de alguien en particular; no es menos cierto que una gestión bien planeada admite reconocimiento. Además de una adquisición transparente y con celeridad, el principio de planeación lo evidencia, entre otras cosas, el hecho de que la nueva sede principal para el máximo organismo de control fiscal del país, está ubicada sobre una avenida que representa un peso específico en la tradición e historia de Bogotá.
La Avenida El Dorado o denominada Calle 26, es la más importante de la capital, no sólo porque comunica con el Aeropuerto Internacional de la ciudad, sino porque a lado y lado se han desarrollado las construcciones empresariales más modernas y representativas del país.
A riesgo de ser repetitivo, en tiempos de austeridad presupuestal, quedó plasmada una gestión, materializada sobre la Avenida el Dorado. Visible a la calle y a la carrera, visible desde lejos y visible en la forma como se dio.
Por José Antonio Soto Murgas