La Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegán) y su presidente Ejecutivo, José Félix Lafaurie, están en medio de una tormenta que mezcla los grupos armados ilegales, la politiquería y la campaña de desprestigio.
Este coctel malintencionado lo único que genera es una inestabilidad en uno de los renglones económicos más importantes del país, ya que mientras se afilan las armas para acabar con el gremio y su representante legal, el efecto dominó termina por deteriorar toda la cadena productiva de la ganadería y la producción de carne y leche en Colombia.
Y es que las situaciones que rodean a Fedegán no son de poca monta. Primero y lo más delicado que me parece es la situación que vive José Félix Lafaurie y su familia por cuenta de estar prestando un servicio al país. El Presidente Ejecutivo se convirtió en objetivo militar de las Farc, esa guerrilla que habla de paz en La Habana pero que en Colombia apunta sus fusiles contra los ciudadanos de bien que mantienen una postura crítica de un proceso, que pareciera, solo comparten algunos de los círculos más cercanos al presidente Juan Manuel Santos.
Lafaurie fue convertido, de la noche a la mañana, en carne de cañón de la guerrilla y hasta el sol de hoy (muy fuerte por cierto en estos días) el Gobierno mantiene un silencio cómplice, si se quiere, respecto a las denuncias del Presidente Ejecutivo.
Es más, en una reciente reunión con los gremios el presidente Santos alcanzó a insinuar que las amenazas proferidas en contra de Lafaurie eran “autoinducidas”, lo que se traduciría en que hoy en Colombia quien esté en la mirilla de la guerrilla miente y tiene serios problemas psicológicos que deberán ser tratados, porque puede resultar una ‘amenaza’ a los propósitos pacificadores del actual Gobierno y un elemento ‘peligroso’ para una guerrilla que solo quiere reinsertarse a la sociedad, hacer política, no tener castigo y obtener los beneficios a los que ningún colombiano de bien podrá acceder.
Es más, en una carta que le envió Lafaurie al Jefe de Estado le dijo: “En estos momentos de mi vida, como en ningún otro, se me ocurriría el despropósito de poner en riesgo la integridad de mi familia y la mía propia, haciendo una auto amenaza”.
Sin embargo, el silencio gubernamental se mantiene mientras que la vida del Presidente de Fedegán sigue en peligro, a pesar de que las mismas autoridades ya tienen identificados quiénes, de dónde y cuál es la facción de la guerrilla los que tienen en la mira a Lafaurie.
Pero las cosas no paran ahí. Por otro lado, los que no tienen las armas de fuego sino las legales también enfilaron ataques contra Fedegán, los cuales pueden ser iguales o quizás más peligrosos que los proferidos por los insurgentes dialogantes.
Ahora resulta que este gremio terminó cuestionado y su integridad y transparencia puestas en duda de un solo plumazo.
En el momento en que el 2015 agonizaba y Colombia solo pensaba en los agüeros del año viejo, el ministro de Agricultura, Aurelio Iragorri –en la penumbra de la noche del 29 de diciembre, como para que nadie se enterara- firmó el Decreto 2537 con el que despojó a Fedegán de la administración del Fondo Nacional del Ganado (FNG), organismo encargado del manejo de los parafiscales del sector ganadero y lechero del país, que había tenido bajo su tutela durante 22 años.
El amparo que tuvo el Ministro de Agricultura fue un informe de la Contraloría General que cuestionó que el FNG utilizará los recursos de los parafiscales para salvar de la quiebra a la empresa Fríogan.
No obstante a esto, Lafaurie, en medio de su sorpresa, enfatizó a la revista Semana que “el Ministro, en su despacho, nos dijo que le había dicho al Contralor General que no había una sola razón, ni técnica, ni legal, ni de transparencia, para que Fedegán no siguiera manejando los recursos parafiscales de los ganaderos que, durante 22 años, se han manejado de manera impecable. Incluso, le oí en varias emisoras decir: “¿y si no es Fedegán, quién?”.
Por esto, Lafaurie no duda al indicar que la decisión del ministro Iragorri es una clara persecución por las posturas que se han adoptado frente al proceso de paz en La Habana.
Si se quisiera pensar mal, uno podría decir que en la actualidad estar en contra del proceso de paz genera dos problemas graves: uno por parte de la guerrilla que buscará cómo aniquilarlo y, el otro de los sectores políticos que buscarán anularlo. Señores, la mesa está servida.
Por Tatiana Cabello