Invoco la reconocida canción ‘Almas felices’ del médico y cantautor Alfonso Cotes Maya, hijo de Fausto Cotes Núñez, nieto de ‘Poncho’, con un comentario a esa elegía que concibe con gran acierto una inocultable gracia y belleza literaria; una muestra de la capacidad narrativa del compositor, donde campea la poesía en la cimentación de versos y estrofas y el uso de los recursos narrativos para plasmar las figuras retóricas, al hacer uso de la evocación costumbrista, basándose en la época de esplendor vivida por un grupo de hombres que disfrutaron la música, el medio ambiente, la amistad.
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Hombres que fueron felices en un ambiente pintoresco encumbrado por los paisajes que favorecían el fluir de las canciones de manera espontánea, aclarando que los juglares llevaban en su mente y en sus venas la tradición. Caso de la presencia incomparable de juglares y cantautores como Emiliano Zuleta, Toño Salas, Rafael Escalona, Leandro Díaz.
También está la canción ‘La Vieja Sara’, una elegía a la memoria de estos insignes personajes, ponderando los versos de esas canciones vallenatas y continuando con el legado de transmitir historias y hechos verídicos, experiencias propias o ajenas provenientes de familiares, amigos, paisanos, compadres, a través de narraciones donde campea la poesía popular.
Las estrofas están concebidas de tal manera que permiten que el mensaje llegue con el intenso sentimiento que le imprime y con claridad a todos, por la coherencia y cohesión indispensable para el análisis de los mismos.
Recordando las anécdotas de las experiencias vividas en varias etapas de sus vidas, a veces llegaban uno tras otro como atraídos por una seducción a la pensión de Pacho Mendoza y su esposa, en la pequeña villa de La Paz (Cesar), rayando los años finales de los cuarenta y principio de los cincuenta, para formar la original cofradía de parranderos bohemios que tendría más tarde renombre, tanto que hasta el presidente Alfonso López Michelsen gozaría de los encantos de esta hermandad.
El lugar geográfico donde se desarrollaron y pusieron en práctica sus memorables hazañas de bohemios y sus expresiones musicales, es un paradisíaco territorio de nuestra comarca que corresponde hoy a los departamentos del Cesar y La Guajira, antiguo Magdalena Grande.
Dicen que allá arriba, cerca de Manaure
En un paraje que le llaman La Tomita
Se escuchan versos, se escuchan cantos
Una parranda con guitarra y mucha risa.
Estuvieron llegando a encuentros espontáneos y después se volvieron amigos inseparables: Rafael Escalona Martínez, Alfonso Cotes Queruz, Andrés Becerra, Beltrán Orozco, Alfonso Murgas Muñoz, Emiliano Zuleta Baquero, Antonio ‘Toño’ Salas, y, según José María ‘Chema’ Aponte, el recién graduado médico egresado laureado de la Universidad Nacional de Colombia, Leonardo Maya Brugués, quien aprovechaba estos encuentros parranderos para prestar asistencia sanitaria a la comunidad de manera gratuita, que de pronto la gente agradecida recompensaba con una gallina, un pavo, un chivo, un buen sancocho.
Y cuenta la gente, que son espantos
Y que son almas que habitan en la sabana
Que son felices, llenas de encanto
Y que mantienen la alegría en la montaña.
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Fue en uno de los más bellos pueblos, en lugares enclavados en la Serranía del Perijá y Montes de Oca, donde se dio el teatro de actuaciones de ‘La cofradía’. Es decir, Manaure, La Tomita, El Plan, donde residía la madre de Emiliano Zuleta, quien era como la mamá grande de la obra de Gabriel García Márquez, mandona y caracterizada por temperamento cerril. “Era la mamá de todos nosotros”, afirma el maestro Escalona.
Vivirán cantando por los caminos
Vagan en los vientos de su pasado
Viajan juntos sin tener destino
Están eternamente parrandeando
Cuentan que a veces llegan a El Plan
Entre las casas de Emiliano y Toño Salas
Cantan tres canciones y después se van
Y se despiden cantando la Vieja Sara
En El Piñal, finca del viejo ‘Mile’, hacían interminables e inolvidables parrandas acompañadas de los cuentos, chistes, leyendas y deliciosos sancochos, que casi siempre terminaban con un saludable baño en las cristalinas e inspiradoras aguas de ríos y manantiales que bajan de la Sierra Motilonia, arrastrando tras sí con las secuelas del trasnocho y del guayabo.
La permanencia de Manuel Zapata Olivella en la población de La Paz mientras hacía el año rural de medicina y, a su vez, la visita de Gabriel García Márquez tras los rastros de la familia materna y vendiendo enciclopedias, negocio no muy afortunado, y la delineación de este grupo de entrañables amigos cuyos encuentros, como dijimos, se realizaban en este paradisíaco rincón de Colombia ya descrito, fue motivo de inspiración para Alfonso ‘Poncho’ Cotes Maya, nieto de Alfonso Cotes Queruz. Y su abuelo lo hace con la canción ‘Tiempos idos’.
Los nombres de mis amigos se me amontonan en mi mente
Alfonso Murgas el de siempre y Beltrán Orozco el querido
Mi compadre Andrés Becerra
Escalona el alma mía
Completaron mi alegría y me hicieron gozar la tierra
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‘Almas Felices’: esta sentida y sentimental canción la grabó Iván Villazón y su conjunto con el acordeón de Francisco ‘Franco’ Arguelles. Se desarrolla desde La Tomita, sitio donde comienza el frescor clima suave, para subir a Manaure, El Plan, El Piñal, etc., y expresa:
Y dicen que Leandro lo oyó en San Diego
Cuando bajaban por el cerro de Media Luna
Que venían cantando, recitaban versos
Y se reían con aquella sabrosura
El de las carcajadas era el viejo Poncho Cotes
Riéndose de un cuento que contaba Andrés Becerra
Y que decían poesías toda la noche
Hablaban de amores y de penas
Vivirán cantando por los caminos
Vagan en los vientos de su pasado
Viajan juntos sin tener destino
Están eternamente parrandeando
¡Ay! los lleva el viento/ Los trae el viento/Los lleva el viento allá
Los trae el viento acá.
Por Giomar Lucía Guerra Bonilla.