Sin duda alguna la nostalgia va unida al recuerdo, esa tristeza cargada muchas veces de melancolía originada por el recuerdo de una dicha perdida o ya no presente. Tal como su etimología lo indica es ese regreso al dolor. El sentimiento de tristeza que se mezcla con el placer y el afecto cuando uno piensa en aquellos tiempos considerados felices de antaño.
Pronto iniciamos un mes que a muchos nos produce más nostalgia que alegría, un mes que nos incita incluso a desandar nuestros pasos y pretender de manera infructuosa corregir lo que ya no podemos, u olvidar lo que el recuerdo no nos permite. Sin embargo, es el mes del reencuentro, el mes de la reconciliación, de reflexión y de abrazar nuestros sueños por más imposibles que los creamos. Un mes en el que anhelamos paz para nuestro interior y alegría en nuestro andar, en donde la motivación a ser felices nos la topamos en cada esquina, en cada adorno que nos conduce a la celebración de una época maravillosa junto a los que amamos.
Pero llegan los recuerdos, como he dicho, voces que en silencio nos gritan por dentro, voces a veces secas y también ausentes, que no permiten ser olvidadas y que se sienten más vivas que otras que se encuentran a nuestro lado. Susurros que dialogan, murmullos que nos desvelan e imágenes que pasan ante nuestros ojos como películas rebobinándose en el carrete del presente abandonando el pasado mostrando lo que somos, más de lo que fuimos.
Pero, el hecho que nos rodee la nostalgia no significa que debamos sentirnos mal, al contrario, debemos sacarle provecho a la misma y con ello procurar aumentar nuestra sensación de bienestar, potenciar la inspiración y la creatividad, sentirnos más llenos de vida, despertar de los malos sueños, de las pesadillas que nos intranquilizan a veces, generar optimismo y animarnos a asumir más riesgos de manera responsable y perseguir nuestros objetivos y tratar de alcanzar las metas que nos propongamos. Debemos aprovechar la nostalgia para fortalecer los sentimientos de conexión social que son vitales para todo ser humano.
Jamás debemos olvidar que la nostalgia es también una forma de afrontar la soledad, pues los momentos de adversidad pueden desencadenar que ella nos recuerde quienes fuimos y quienes somos y nos ayuda con la continuidad de nuestra identidad como seres humanos. La evocación de la niñez es necesaria para aprender que a pesar de que pase el tiempo siempre seremos aquellos niños que no queremos dejar de ser. Y ni qué decir de aliviar todo el dolor que algún momento nos acompañará por alguna circunstancia.
Vienen tiempos cargados de recuerdos, en donde la nostalgia se hace presente en muchas cosas; añorar los sitios que frecuentábamos, escuchar a los que ya no pueden hablarnos frente a frente, oler las comidas cocinadas por aquellos que ya no están atravesando el tiempo en el que no sabíamos que nos importaba tanto, pero que aunque parezca contradictorio, todas esas emociones no nos ancla al pasado, como podríamos pensar, sino que de hecho puede ser útil y nos puede servir para subirnos el ánimo y aumentar nuestra vitalidad.
Como dije, la nostalgia nos ayuda a fortalecer el sentido de nuestra propia identidad y nos hace sentir más optimistas e inspirados, es una herramienta que utilizamos sin darnos cuenta para auto descubrirnos, así al comprender los acontecimientos del ayer que recrea la nostalgia, podemos entender mejor quiénes somos hoy.
Las faltas y las ausencias hacen que valoremos lo presente valorando la importancia de algunas cosas de nuestra vida que ahora no tenemos, es algo que nos ayuda a ver lo que realmente importa. Personalmente, siempre estaré agradecido con la nostalgia, pues me permite aprovechar y valorarla como fuente de inspiración y siempre abrazándola por lo que ha sido conmigo y me ha permitido ser, sin ella no podría valorar el presente de mi vida, la maravillosa oportunidad de ver los pasos andados sin desandarlos y recordar que cada pisada tuvo su huella, en donde visité tiempos, lugares y relaciones y en donde hallé presentes que hoy son recuerdos que siempre alimentarán con bondad el alma.
Por: Jairo Mejía.