‘La noche de las velas azules’ es la obra más reciente de la escritora Mary Daza Orozco (1950). De ella sabemos que nació en Villanueva (La Guajira), pero su vida ha transcurrido casi toda en Valledupar. Su formación académica es el periodismo, y en ese oficio ha escrito crónicas y reportajes para El Espectador y otros diarios. La labor periodística la ha alternado con la creación literaria, en los géneros de poesía y narrativa.
‘La noche de las velas azules’ (2023) fue publicada por Oceana Editores de Valledupar. Es una novela breve (90 pp.), dividida en tres partes y 18 pequeños capítulos. La estructura interna está conformada por, 1) un relato central, cuyo tiempo histórico comprende los años de horrenda violencia en la década del noventa, y 2) un machote de novela, escrito –en la ficción– por María Olvido, quien tiene como referente el holocausto del Palacio de Justicia (1985).
Es de destacar, como principal virtud de la novela, la clara intención de la autora de no presentar estadísticas de muertos ni descripción de crueldades, no obstante, la crudeza del conflicto. «…me dedico a escribir y espantar una que otra lágrima que pugna por salir.», advierte la narradora. Vale decir que no hay en la novela una voz dominante, sino una polifonía narrativa que cuenta la tragedia. Para ello se vale de tres recursos: 1) la evocación, un filtro para el registro de los hechos, 2) técnicas de periodismo afines al reportaje, la crónica, el diálogo, y 3) la creación literaria propiamente dicha. Esta última, por supuesto, la más relevante.
El espacio físico es ‘El Puerto’, un pueblo imaginario que ve pasar los muertos que bajan por los ríos de la región, especialmente el Magdalena, testigo silencioso del macabro desfile, al punto que pone en boca de un exparamilitar –apodado HH– la dimensión del holocausto: “Si le sacaran el agua al río Magdalena, se encontrarían con el cementerio más grande de Colombia”.
El hilo conductor de la historia es la evocación de la desaparición y muerte de Ferrán, sociólogo y líder ambientalista; memoria reconstruida por Helena, la viuda –enajenada por el trauma–, y Silvia, la amiga periodista; registra rasgos autobiográficos y elementos de verosimilitud; Silvia, por ejemplo, parece un homenaje a la inmolada periodista Silvia Duzán, que en vida hacía trabajos parecidos.
El título de la novela es una señal poética de la autora, dado su interés personal por la poesía y los cantos vallenatos: “Un pueblo sin río, es un pueblo triste …el río es una muralla que frena el trote del desierto” (José Atuesta, un poeta de la región). ‘Las velas azules’, lo mismo que las flores, configuran el ritual cotidiano de Helena; cual esquelas de amor, las lanza al río para exorcizar el dolor de la ausencia.
Termino la reseña con unas líneas de la novela, una muestra del estilo de Mary Daza Orozco.
«Regresaron en silencio, silencio que es cariño, silencio que es respeto a los pensamientos del otro, silencio que es apaciguar sentimientos, silencio que es atraer los recuerdos, silencio que es el allá a lo lejos, silencio que es ella que lo espera, silencio que es contemplar la vida, silencio que es escrutar esperanzas, silencio que es nostalgia, silencio que es amor, silencio que es perdón al que amas y no te corresponde».