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La Niña del Tepeyac

MI COLUMNA

Por Mary Daza Orozco

El título sugiere una narración sobre el milagro de la Virgen de Guadalupe, pero al leerla nos encontramos con una novela que apasiona por su género y su buena factura.
“La niña del Tepeyac”,  del escritor mexicano Emilio Enrique, se enmarca perfectamente dentro de la novela de misterio con ribetes de novela negra, de gran aceptación en todos los tiempos y en auge ahora por las obras de Braun y Stieg Larsson.
El autor hace uso de de un lenguaje sencillos y una gran elasticidad  narrativa,  mantiene el suspenso hasta  el final, cuando se espera el consabido castigo a  los malos y  la victoria de los buenos, sorprende la manera en la que sale de ese estereotipo y brinda una solución acorde con los tiempos  actuales.
Los personajes, todos jóvenes, son fuertes como hechos para enfrentar el mundo de hoy: Rosalba se hace inolvidable, especialmente al enfrentar su inapelable sentencia de muerte; Ferreira que es el eje sobre el que gira todo el mundo de misterios intrincados, como suelen ser los misterios, mantiene el aplomo de los héroes de esta clase de novela así lo vemos en uno de sus apartes: “ Emilio sintió un vacío en el estómago, sus sospechas eran ciertas, sin lugar a dudas, uno de los descritos era Benigno Noriega, el supuesto religioso que lo había contratado…”, típico relato de la mezcla policíaca – ficción.
El escenario no puede ser el mejor: la Ciudad de México abierta en toda su plenitud, viva, inmensa, atronadora, parecería que, en cierta forma, fuera cómplice, por subsumirse en su propia grandeza, de la profanación, del delito, pero no, la ciudad magnifica, esplendente es inocente de que le han socavado uno de los misterios más vigilados del mundo católico.
La lectura de “La Niña del Tepeyac” es apasionante, es uno de esos  libros que cautivan desde el principio hasta esa sensación de desear saber el final, pero sin querer que se termine el relato. Su autor, quien me obsequió la obra, vive entre nosotros, tiene un hogar vallenato, desde el que le da rienda suelta a sus sueños que plasma en páginas con relatos bien definidos y conmovedores, pero de gran carácter, cómo lo han resaltado, en este libro,   los críticos: “Es un proyecto difícil de imaginar, porque  pone en jaque a las autoridades eclesiásticas, no sólo en México, también en el Vaticano, que intenta a toda costa detener el escándalo que suscita un rapto a la fe”.
La esencia del libro se puede resumir en un sucinto análisis que hizo un lector: “La ambición desbordada y el ingenio de cuatro especialistas son los elementos esenciales para conformar un relato apasionante que aprovecha para dar una visión general de los tiempos políticos, sociales y religiosos que vive el mágico país de México”.
Esta, que es la ópera prima de Emilio Enrique, como firma  su libro, es digna de resaltarse, porque gusta, porque es literatura de gran sanidad a pesar del intrincado tema y porque el autor se atreve a incursionar en un género, en cierta forma difícil, y logra su cometido: deleitar y sorprender.

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