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La nada en una cama vacía

La nada es la ausencia total de la vida de las cosas, de su esencia material, de la forma y del espíritu de las mismas, en fin, de su ánima.

Es la ausencia del ser animado e inanimado, es el vacío donde el universo pierde sus límites. Con la presencia de las calamidades como la que aún estamos sufriendo, a través de esta terrible pandemia, la nada nos empezó a amenazar y a sembrar su misterio en nuestra organización natural hasta tal punto que nos atacó y sigue atacando por todos los flancos, por momentos infinitos, maniatándonos y aferrándose a la incertidumbre como su hermana natural para tratar de ponernos a sus pies.

El vacío trae en forma implícita la soledad y consecuentemente estados de desequilibrios emocionales, que a todos casi que, sin excepciones en estos momentos, nos han invadido.

Los hemos experimentado, de alguna u otra forma, cuando por sentimientos de amistad y familiaridad se ha intentado visitar a alguien azotado por la tragedia y nos encontramos con el vacío.

Sí, el vacío como sentimiento humano, y más específicamente como dice un sentido y popular tango, titulado ‘La cama vacía’: “Asombrado me quedé al ver la cama vacía”.

La nada volvió a ocupar el lugar de las cosas que antes fueron vida y fuentes de vida. En estos momentos y después de una concepción bastante clara de lo que nos está sucediendo, nos damos cuenta que somos seres insignificantes y que valemos nada después de tantas posiciones vanidosas y mediocres que muchos  asumen en la vida política, social y económica, con que les tropieza la mal llamada suerte, a quienes sin sentido de la existencia misma de la vida se les pone el mundo en las manos para hacer algo por él, como si fueran grandes premios naturales, y que no siendo aprovechados dentro de los procesos éticos para servir a la humanidad a través de pequeños impulsos, los atrapa lo etéreo y se ocultan  en los confines del universo a la espera de un nuevo proceso de aparición.

La nada es el rincón más profundo del universo donde van a parar las cosas vacías y que en estos momentos, con el comportamiento de los seres humanos, ni allí iremos a encontrar espacio.

La nada es la pérdida de contenido del espacio y precisamente allí es donde desaparece el universo de las cosas.

El paso del hombre por la tierra debe tener una razón para su existencia, yo diría, para que no exista el vacío y si hay notoriedad sana en los actos de esa existencia, entonces, viva la vida. 

¡Si de la nada se creó todo, hay que volver a ella con dignidad! Ojalá que se pudiera cumplir siempre aquel adagio popular que dice que “los golpes enseñan”, para que volvamos a ser seres racionales y la naturaleza nos perdone de forma definitiva, premiándonos con la paz y la vida sencilla, modesta y de servicio social y no encontremos, sino, con la frecuencia usual de los procesos naturales, tantas camas vacías y no angustiarnos por la aparición de la nada y solo cantar por placer y entusiasmo artístico la última estrofa que dice:

Angustiado y pesaroso,

me dirigí silencioso,

al lugar donde sabía,

que su lecho encontraría.

más, ¡ay!, asombrado me quedé

al ver la cama vacía.

Creo que muchos en estos momentos, sin equivocación alguna, de forma directa e indirecta, nos hemos encontrado con la nada de una cama vacía.

¡Dios nos bendiga! Pero charlemos con él con mucha frecuencia para que aísle y quite esa mentalidad amarga, que muchos poseen, de no querer servir para nada, en especial, a los que se aprovechan falsamente de las bondades que depara una actividad política, que bien ejercida se convierte en una herramienta con muchas virtudes para cualquier sistema democrático. 

Por: Fausto Cotes N.

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