Parecería sorprendente el grado de radicalización e inestabilidad de la política y las actividades públicas en el país. Si miramos hacia atrás observamos que estas cosas no son nuevas. Creemos mal en que la actualidad no ha tenido repetición. Lo cierto es que esta situación la hemos vivido y tal vez la diferencia es que con la irrupción de los medios de comunicación alternativos y las redes sociales el grado de información y de confusión se ha multiplicado. No es propiamente que haya más hechos, sino que hay más noticias.
Otra forma de verlo, por el contrario, es que sí habría más hechos porque por el nivel creciente de interconexión entre personas y grupos se generan más cosas que hacer, más cosas que decir, más problemas nuevos y más ganas de exteriorizarlos y afectar a todos.
Por contera los niveles de confianza ciudadana, de creencia en los vecinos y hasta en los amigos, y en las instituciones públicas y de quienes los regentan, cae al piso.
Podemos decir que hay más sensación de inseguridad, desconfianza, incertidumbre, en gran paradoja, justo cuando estamos más informados.
Esa moderna convulsión ha coincidido en la política nacional con un periodo de esos en que se plantean definiciones como ‘reforma o revolución’, un llamado al cambio rápido, impaciente, novedoso y hasta torrencial. Parte el nuevo gobierno de que hasta ahora se ha gobernado de una forma que no ha resuelto los grandes problemas de la nación y que las cosas no han venido bien. Pero lo que han visto los colombianos es que antídotos y tratamientos, pueden corresponder a un diagnóstico distinto, aplicados inoportunamente o en las dosis inapropiadas. No es fácil el arte de gobernar si además se adolece de baja planeación – como suele pasar en los primeros meses de un gobierno antes de contar con la aprobación del Plan de Desarrollo, se presentan inesperados incendios, o se generan constantes anuncios por el primer mandatario, en la red social caracterizada por la inmediatez, la confrontación y la insistencia en las obstinadas ideas.
Esperamos que se genere un gran acuerdo político nacional que posibilite unas reformas para mejorar lo que requiere solución y promover la reconciliación y la paz política y social.
Es el escenario de estabilidad al que apostamos desde la provincia, ahora sorprendida positivamente porque el Presidente Gustavo Petro gobernará el país desde la Guajira, en el afán de mostrar su compromiso con las regiones marginadas de la República con pobreza y conflictividad. Ahí hay un microcosmos de bloqueos, insatisfacciones y dolores acumulados, y nada mejor que el primer mandatario ponga los dedos en la llaga de tantos bloqueos, desesperados y desesperantes, especialmente para inversionistas, agentes económicos; transportadores y comerciantes. Que el gobierno, agobiado por tantos problemas en Bogotá, venga a la región, a desahogarse, atendiendo problemas menores, pero para nosotros gigantes, es un buen experimento de liderazgo presidencial. Veremos.