Por José Gregorio Guerrero
Pregúntale a un joven valduparense cual fue el último libro que se leyó; y pregúntale también cual fue el último CD que se bebió a ver que pregunta te responde con más emoción y felicidad.
No me canso de repetir la frase: “el sancocho sabe a lo que se le eche”. Muchos creen que la cultura vallenata es solo la música; déjenme decirles cuan equivocados están aquellos que así piensan! La música es solo una parte de un todo que se llama cultura, hay elementos de mayor valía como lo es la historia que de ella forma parte la música.
Los sabedores de nuestro intríngulis historial se nos están muriendo, se los están llevando los años, y arrastran ellos en sus lenguas y en sus mentes un sartal de tesoros irrecuperables más valioso que cualquier elemento de la naturaleza; y los encargados de recopilarlas se nos están olvidando.
Los estamos mirando como poca cosa; pero entiendo también el poder infinito de la ignorancia y su amenazante relación con la iniciativa humana.
Estamos destinados a ser un pueblo sin historias y un pueblo sin historias es como pretender hacer un censo en un pueblo fantasma; cosa diferente la que hizo Alejandro Gutiérrez de Piñeres siglos atrás cuando compró un pueblo entero ubicado a orillas del rio Ariguaní y cuando la gente salía con sus pertenencias les dijo: “quédense viviéndolo, que sin ustedes este pueblo no vale un peso”.
Que lástima es mirar los ojos de los gobernantes y observar la mirada perdida en el horizonte vago de una oscuridad que los “ilumina”.
En los palacios gubernamentales de las principales ciudades del planeta las oficinas de cultura son las más importantes y emblemáticas.
En nuestro contorno es todo lo contrario, aquí primero se cena y por último se desayuna; no son más que apéndices de otras dependencias con un presupuesto de cumplimiento paupérrimo.
Un pueblo sin cultura no es más que un palenque de zombis sin razón de vivir. Pavorosa la dentera que produce ver a jóvenes imitando paradigmas ilusorios sin el favor de ninguno que les ponga enfrente un espejo para que vean y sientan pavor de su propia imagen; y triste y espeluznante ver a las autoridades aderezándoles el problema que llevan por dentro.
Luego este gigante dormido cuando despierta se refleja en analfabetismo, suicidio, inseguridad, violencia de todos los colores y tamaños.
Un grupo de escritores me llamaron para que escribiera fuerte contra cierta administración, y me negué a hacerlo, porque ellos terminan no teniendo la culpa; la culpa es nuestra, que los elegimos, entonces les recordé cuando les advertí el futuro inmediato que nos deparaba.
Yo escribo hoy en contra de la indiferencia de los hombres que pudiendo hacer las cosas bien se ocupan de seguir en el intento de envolver en papel de celofán los verdaderos valores que hacen y construyen a una sociedad.
Amigos escritores, no se aterren de lo que vean, atérrense de lo que viene, y entiendan que los escritores no morimos con la indiferencia, el escritor muere cuando deja de escribir, y aun así, lo resucita la historia.