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La muerte de Julio

La Olla

Por: José Gregorio guerrero
La primera vez que vi un muerto, lo vi caer en plana carrera novena, frente al Palacio de los Asados, a eso de las cuatro de la tarde. No tenía yo los siete años, pero ya mi memoria absorbía imágenes, olores y sonidos aceleradamente y con facilidad de purgado. Supe que estaba muerto el tipo porque ya Aba me había explicado la personalidad, y el gesto  eterno de los difuntos: “ellos son llevaderos y buenas personas, su rostro parece no tener alma, y siempre parecen tener jaqueca”. La gente lo rodeaba, pero nadie lo lloraba. Algunos transeúntes se detenían, observaban y seguían su aligerado camino. Solo uno, un solo hombre descamisado, pobre de estatura lo observó y dijo: “carajo si es el marica de Julio”, entonces le pregunté: ah ¿acaso era marica Julio?; El hombre me miró y me dijo: si, pero no del fondillo.
Una señora grande y ancha de ojos estrechos, y con la cabeza forrada con una pañolón de arabescos atiborrados lo miró y también exclamó, “ah es Julio, se murió de nuevo, de los muertos que he visto es el que mejor se sabe morir” dijo.
Entonces le pregunté ¿señora y cuantas veces se ha muerto Julio? Me miró y me dijo: todos los años para esta época, ya la mujer está cansada de enviudar. El descamisado me volvió a mirar y me dijo en un tono lunfardo: nojoda pelao tú si preguntas, cuando seas grande debes de estudiar  paque seas preguntador. Aparte de no entender, no me interesó la crítica. Logré ver en medio del tumulto a  Chicho Ruiz que llevaba  remolcado a un indio arhuaco (creo era el “Teco” disfrazado de indio) lo llevaba agarrado por el antebrazo y más atrás iba ella, Vilma su mujer, la dama más hermosa que haya parido esta tierra, ignorando ella que el siguiente año  partiría para el cielo con belleza y todo; vi también a “Chepo” un loco cuyo tema era ser carro. El muerto seguía muerto, cada vez le observaba más la cara de muerto. Llevaba puesta una camisa de rayas verticales del color del arroz cuando se ahúma, y un pantalón negro como dos tallas más grandes de la que usaba; entonces pensé: “él sabía que se iba a morir, fue el primero en guardarse luto”. Lo volví a mirar, ya su gesto era otro, ahora el gesto que lo acompañaba era el de un hombre sufrido, olvidado  por el tiempo, el mismo gesto que tienen los perros cuando los sacan de misa. Si, el animal con más cara de preocupación es el perro, no sé porque.
El muerto, seguía ahí, como tirado de mala gana. Logré ver a Chema Núñez y lo escuché cuando dijo: ¡que va! A julio se le ha olvidado morirse, antes se moría mejor; entonces contestó el descamisado: la vejez no viene sola, las cosas se van olvidando. Mi cabeza no lograba acomodar el episodio con la realidad. Las personas seguían caminando en la misma dirección. De un momento a otro llegó una mujer excesivamente emperifollada, con los labios pintados del rojo de las cayenas que  llevaba encaramada en un moño alto, elegante; en eso se detuvo, lo miro, sus ojos hicieron un recorrido horizontalmente, entonces se arrodillo a un costado del finado y le dio un beso en la mejilla viscosa y arrugada, como camisa de seda mal planchada. El muerto abrió los ojos y lo vi respirar, hizo un gesto de descanso. Mi corazón quería salir corriendo, tragué en seco, me sentía íngrimo en medio de un mundo de gente; entonces el muerto dijo; gracias reina por resucitarme. Se levantó y se tomó un trago de licor barato que le brindaron, entonces  gritó: ¡que viva el carnaval!!,Que viva Beatriz primera! Y siguió la marcha, hasta esperar el próximo sábado para volverse a morir, y entonces esperar un beso de otra reina.
Feliz fin de semana
goyoguerrero100@hotmail.com

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