Por estos días nuestro país ha vivido situaciones que lo han convulsionado reviviendo circunstancias que conjugan aspectos que definen la polarización. En nuestro país las convicciones son secundarias mientras que los intereses particulares son prioridad.
Culminada la VI Cumbre de las Américas, escenificada en la hermosa Cartagena de Indias, los ciudadanos no escuchamos conclusiones puntuales, sino el levantamiento de cortinas de humo tipificados por el escándalo sexual protagonizado por los agentes secretos de Estados Unidos y por el desliz musical de Shakira, al entonar el himno de la República de Colombia.
Seguidamente, un ex presidente destacado aguarda sigiloso para enviar trinos de dragón, no solo para atizar las brasas, sino también para desacreditar las actuaciones de nuestro actual mandatario. No se trata de desconocer las buenas ejecutorias del ex presidente Uribe ni desautorizar el criterio de sus opiniones, pero es preciso resaltar que su tiempo de gobierno terminó, de igual manera puntualizar sobre los defectos que produce el caudillismo y los escándalos acaecidos en su paso por la casa de Nariño, pese a ello, muchos reclaman con añoranza su resurrección. Gobernar esta nación es tan complejo como mitigar la precariedad existente en todos los escenarios e indicadores, aunque para ambos casos la solución radica en el convencimiento de que el país debe ser la prioridad.
A partir de la promulgación de la Constitución Política de 1991, fue necesario modificar la estructura organizacional, política, económica, social y transnacional de la nación; sin embargo, consuetudinariamente el país ha venido andando en una marcha menor en relación con la velocidad de los acontecimientos ocurridos mundialmente.
A partir del 15 de mayo entra en vigencia el Tratado Comercial con los Estados Unidos, el grito en el cielo fue puesto de presente por los gremios del sector agropecuario, con ello, es pertinente concluir que 21 años transcurrieron bajo la prioridad del interés particular que no actuó oportunamente en términos de infraestructura, transferencia de tecnología, investigación y desarrollo cualitativo, es decir no se diseñó la cacareada Agenda Interna. Esta situación sobrevino en medio de la connivencia de las vertientes gestadas por el narcotráfico inundado la institucionalidad para desembocar en el paramilitarismo. De igual manera los Grupos Guerrilleros también hicieron su deplorable aporte ayudando a desarticular y desacreditar al país en el contexto internacional y diplomático.
Nuestro país a lo largo de la historia ha contado con la necesaria oposición democrática y con la obtusa revoltosa camuflada en la concepción revolucionaria, sin embargo, cuando no está aparecen hombres de estado a manifestarse. No es el tiempo de dictar cátedra de buen gobernante, es el momento de edificar al país para proyectarlo en periodos de ocho años con el objeto de lograr crecimientos sostenibles que garanticen mejores estilos de vida y el cambio de mentalidad sobre el funcionamiento natural del estado. El país no puede continuar transitando en políticas personalizadas ni en la aparición forzosa de propuestas populares como salvavidas a la caída de la imagen o la favorabilidad, continuar así es simplemente improvisar e irrespetar la buena fe del pueblo.
En nuestro país, al parecer, estamos sometidos a reeditar la historia, aunque repetirla sea por si solo un hecho ingenuo. Los momentos referenciados ocurridos recientemente semejan los episodios de la construcción de la República, con la diferencia que después de aquel tiempo han transcurrido dos siglos. No fue una osadía denominar aquel periodo como la Patria Boba, tristemente en el mismo sentido viene sucediendo en el presente con distintos protagonistas y objetivos, pero manteniendo el detrimento de la construcción de la nación que gratamente ha resistido y permanece inmarcesible inclusive ante el perenne acometimiento.
Elquis0127@hotmail.com