“Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén”. San Lucas 9,51
El texto de hoy nos da una nueva e interesante perspectiva del ministerio terrenal de Jesús: Su interés y decisión de cumplir con la tarea que Dios le había encomendado. Ya en ocasiones anteriores, como en el encuentro con la mujer samaritana, Jesús había manifestado que su comida era hacer la voluntad del que lo envió y acabar su obra. También, en la declaración como el pan de vida, dijo que había descendido del cielo, no para hacer su voluntad, sino la voluntad del que lo envió.
Podemos entender, entonces, que Jesús tenía clara su misión, aun cuando esta incluía entregar su vida en la Cruz por la humanidad entera. También, a través del texto, podemos entender la manera en que se debe llevar a cabo una misión. Aunque sepamos cuál es el proyecto en el que debemos involucrarnos, también podemos errar en la implementación de este. Como ocurrió con Moisés, quien tenía a sus cuarenta años el mismo objetivo que Dios le planteó a los ochenta años: La liberación del pueblo de la esclavitud egipcia. Moisés, sin embargo, cometió el grave error de creer que el fin justificaba los medios e intentó hacerlo a su manera y atrasó cuarenta años el cumplimiento del proyecto de liberación.
En el actuar de Cristo, podemos notar que, existe un tiempo establecido para la implementación de un plan. Este tiempo lo determina, en su soberanía, el Dios a quien servimos. Nuestra responsabilidad, consiste en discernir cuándo es el momento oportuno para ponernos en marcha.
Jesús percibió que había llegado el momento de encaminarse hacía Jerusalén, pese a que antes había declarado a sus discípulos que subieran ellos a la fiesta, que él no subía todavía porque su tiempo aún no se había cumplido. De esto podemos inferir que el manejo del tiempo es fundamental para la eficacia de un proyecto.
Queridos amigos lectores, el afirmar el rostro para ir a Jerusalén, es una frase que indica una firme decisión y no simplemente el deseo de deambular por el camino. Jesús, entendía claramente las implicaciones de su decisión: se enfrentaría a una terrible oposición y a sus propios temores acerca de la Cruz. Para avanzar con paso firme hacia su misión, propósito y destino, era necesario que desatendiera todo aquello que pudiera distraerlo de su cometido.
Aunque no ignoraba las dificultades que tendría por delante, no permitió que estas afectaran el cumplimiento de su misión. Esta firmeza de propósito en mantenernos en el camino de la misión que nos hemos trazado es fundamental para el éxito de todo aquello que emprendamos.
De seguro que, nos enfrentaremos a muchas situaciones adversas y contratiempos producidos por personas y circunstancias, pero si nos mantenemos en la ruta, confiados en Dios, alcanzaremos las metas propuestas y haremos con solvencia la tarea encomendada.
Solamente tenemos que esforzarnos y ser valientes para hacer conforme a todas las cosas que hemos recibido de parte de Dios.
¡Afirma tu rostro y mantente firme en al camino de tus metas y misiones encomendadas!
¡Un abrazo y adelante!