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La misión de los doce

Después de haber vivido un tiempo con el maestro, de haberse nutrido de sus palabras, de haber saboreado sus ejemplos y haber sido testigos de sus intenciones, los doce amigos más cercanos, aquellos que habían elegido como suyo el mismo estilo de vida del carpintero de Nazaret, fueron enviados de dos en dos con una clara misión: brindar esperanza a quienes vivían sumidos en la desesperación y llevar la luz de la verdad a quienes estaban sumergidos en las tinieblas.

No era su pericia ni sus capacidades en lo que debían apoyarse, sino en la palabra de quien les enviaba; no eran portadores de un mensaje humano sino emisarios del mismo Dios; no debían ser su seguridad ni su interés las ganancias económicas, sino la sola alegría que produce hacer la voluntad de Dios, aún a costa de algunos sacrificios de la propia humana voluntad.

Por los polvorientos caminos de la comarca, partió aquél grupo singular, no había entre ellos muchos estudiosos ni versados en el arte de la oratoria, antes bien, eran en su mayoría curtidos pescadores que habían dejado las redes para convertirse, según la invitación de Jesús, en pescadores de hombres.

De manera sencilla enseñaron, más con su ejemplo que con sus discursos; testificaron el amor de un Dios que se creía lejano e insensible a las necesidades humanas; invitaron a llevar una vida que respondiera a ese amor, haciendo el bien y evitando el mal; curaron enfermos de algunos males, pero las más admirables curaciones no se obraron en los cuerpos sino en las almas; expulsaron demonios y, con la fuerza del amor, echaron fuera el temor que sometía a muchos.

Estos doce hombres, débiles, cobardes y sin méritos propios demostraron que “La necedad de Dios es más sabia que la sabiduría humana” y, con la entrega de sus vidas por la verdad que pregonaban, manifestaron su profunda convicción en la existencia de una vida no sujeta a las ataduras del espacio y del tiempo.

Doce hombres, doce simples hombres, doce hombres simples grabaron con su propia sangre en el lienzo de la historia humana las palabras en las que se resumen innumerables ritos y tradiciones, ríos de tinta y discusiones obsoletas, guerras, perdones, muerte de inocentes y absoluciones de culpables… “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo”.

Post Scriptum: ¿Por quién votar? Mi invitación es la de siempre: tengan el coraje de servirse de su propia razón, sin dejarse llevar por regalos, publicidad, campañas y artimañas. Lo que se busca con las elecciones es el mayor bien común, no el bien exclusivo de quienes gobiernan y pan y circo para el pueblo elector. Feliz domingo.

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