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La miseria rueda en dos llantas

Cuando exclamamos que el diablo anda suelto, es porque nos está afectando caminar con él las mismas calles. La necesidad con cara de perro nos ladra en la costa Caribe, donde hemos visto los distintos efectos del mototaxismo, que para la Real Academia se hace en una motocicleta de tres ruedas con techo, que se usa como medio de transporte popular para distancias cortas.

Muy contradictorio para nosotros, donde el significado es irresponsablemente distinto, eso sí, originó en cierto tiempo solución al creciente desempleo que hacia metástasis en la necesidad e inclemente miseria. Esta actividad hoy día está directamente asociada a la delincuencia -sin generalizar-, se convirtió en un cáncer a extirpar por el bienestar de la comunidad, cirugía que no ha sido exitosa, gracias a que los dirigentes no han aplicado la técnica adecuada.

¿Qué tan miserables tienen que ser los que hoy en día, poseen como trasporte una motocicleta? A diario me encuentro con casos insólitos narrados por conocidos, -sobra decir que son personas de bien, trabajadoras-, que con sus testimonios fácilmente trasmiten su impotencia e inconformidad. Tocado por la empatía ruego a Dios que esto cambié, que tiente el corazón de funcionarios que predicaron pero hoy no aplican.

Un suceso en específico fue “la tapa de la cajeta”, el que me impulso a realizar esta crítica. Cierto familiar, camino a su trabajo en mediaciones a la glorieta de Los Gallos en Valledupar, fue abordado por eficientes policías de tránsito que después de hacer su respectivo procedimiento, prosiguieron a inmovilizar la motocicleta por no contar con el seguro obligatorio, no les valió de nada el recibo donde daba constancia que estaba pago y en trámite (para nadie es un secreto que en Valledupar ninguna agencia vende SOAT para motos, por lo que les toca hacer el trampolín y encargarlo a otras ciudades como Bogotá, tramite que dura 15 días). La inclemencia de los agentes, justificada por la “falta”, no dio tiempo a subjetividades y solo llevó al actuar de la grúa sin dolor alguno, llevándose el medio de trasporte que para muchos hogares es un baluarte que los defiende de la necesidad.

Sin solución en ese momento, le tocó esperar varios días en espera del SOAT, –días que se suman a la multa, gracias al gentil cobro de parqueadero- para sacar la motocicleta. Le toco además de usar bus, también “bajarse” de él con aproximadamente “setecientos mil pesitos”, un hombre con tres hijos, arriendo y servicios públicos por pagar, no me pregunten cómo los consiguió –sospecho que gota, gota-.

Para acrecentar la congoja, cuatro días después en la misma glorieta cae de nuevo en “la pesca milagrosa”, esta vez con tecno mecánica vencida, -no por irresponsable, sino por pobre-. La motocicleta no logró pasar el día anterior el examen debido a tener las llantas lisas, con certificado en mano de ello y sin dinero en el momento para hacer los respectivos arreglos, tratando de tocar el corazón de los agentes, recurriendo a la lástima, lástima que no dio resultado sobre los agentes, -de los que creo eran de la misma escuela de indolentes que los anteriores- dieron con ínfulas de poder una única solución, la grúa.

Qué tan desdichados tienen que ser los habitantes de esta ciudad que no tienen como ir a sus trabajos en camionetas lujosas o en un sencillo -pero no accesible- automóvil, me gustaría preguntarles al alcalde y sus respectivos asesores ¿qué pecado va adherido al motor que remolcan solo dos llantas? Estos casos no son casualidad encontrarlos, estos se dan a diario por centenares. Es incoherente que un dirigente que sudó en campaña el casco prestado de motociclistas, donde se mostro muy preocupado por esta comunidad, hoy es indolente con ellos, quiero pensar que no es él, que son otros y él le dará una pronta solución.

La miseria hoy en nuestra ciudad rueda en dos llantas, la zozobra y necesidad son sus fieles compañeras, pero que esperar de una ciudad donde la muerte anda en cuatrimoto y es como la custodia de Badillo: todos -menos yo- saben quién fue y nadie hace nada. Como dice el exsenador Moreno de Caro “esto tiene que cambiar”.

Por Andy Romero Calderón

 

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