Sin lugar a dudas la acción de tutela es La Gioconda de nuestra Constitución. Toda una obra de arte jurídica que demostró en su momento cómo los mecanismos de protección de derechos debían funcionar.Ella siempre así tan expedita, definitiva y oportuna. Pero por desgracia hay abogados que en su formación como juristas nunca les enseñaron a apreciar la belleza de este fresco y de la misma forma en que aquel pintor boliviano fue hasta el Louvre en 1956 para lanzarle una piedra a La Monalisa, ellos han utilizado esta figura de forma tan abusiva hasta convertirla en un monstruo al que han llamado Tutelatón.
El escenario es bastante caricaturesco. Un procurador con diseño de sonrisa que no teme utilizar los exorbitantes poderes que la ley le otorgó y un alcalde con delirios de grandeza que pregona que siglos de democracia se juegan su suerte con él. Este es el caldo de cultivo perfecto para que algo salga mal y así sucedió.
Independientemente de si Petro se va o se queda, la acción de tutela nunca volverá a ser la misma en nuestro país porque este engendro que crearon sus asesores es la materialización de la doctrina leguleya que se quiere erradicar de las facultades de Derecho. La Tutelatón que con tanta arrogancia defiende el alcalde no es otra cosa que la rendición absoluta de los principios que impulsaron la creación de ese mecanismo y una vergüenza que puede marcar el fin de éste como lo conocemos.
Los números hablan por sí solos. 800 tutelas radicadas a la vez en diciembre ante el Tribunal Superior de Cundinamarca cuando se conoció la decisión, la gran mayoría fotocopias de un mismo modelo, y 300 más hace poco ante el Consejo Superior de la Judicatura son la prueba reina de que a esta herramienta hoy demanda una reconsideración.
El equipo progresista que cometió este agravio es como esos niños que juegan con los ascensores de los edificios oprimiendo todos los botones, el ascensor va vacío parando en cada piso sin recoger a nadie, mientras una anciana en el décimo lo requiere con urgencia. Así también muchas personas con derechos vulnerados más urgentes que los caprichos electorales de Gustavo Petro tendrán que esperar porque este señor se despertó con ganas de congestionar la justicia.
En medio de la parálisis judicial que azota a nuestro sistema, Petro lanzó sus 800 atarrayas legales al mar y pescó en río revuelto hasta dar con los jueces que fallaron como él quería, pero en su camino por permanecer atornillado al Palacio de Liévano destruyó la naturaleza de la acción de tutela y eso nunca se lo podremos perdonar. Su victoria estará manchada por el desastre que causó. La metástasis tutelar se ha desatado y no aún no sabemos en qué irá a parar. Esta es la triste historia de cómo la cura llegó a manos egoístas y se volvió peor que la enfermedad.
Obiter Dictum Es muy bueno ver a 3 mujeres como candidatas a la Presidencia… Y es mejor aún que ninguna sea Noemí.