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La metamorfosis

La narración ‘La metamorfosis’, obra de Franz Kafka, fue publicada en 1915 (hace 100 años). La transformación de Gregorio Samsa en un insecto es el tema del breve relato. En ese descalabro no sólo pierde el trabajo, como viajante de comercio, también se le vuelve imposible la comunicación con la familia. Poco a poco se aísla del mundo y “va tomando para distanciarse la costumbre de vivir zigzagueando por la paredes y el techo.

En el techo particularmente era donde a gusto se encontraba; aquello era cosa harto distinta de estar echado en el suelo; allí se respiraba mejor, el cuerpo sentíase agitado por una ligera vibración. Pero aconteció que Gregorio casi feliz y al mismo tiempo divertido, desprendiose del techo, con gran sorpresa suya, y se fue a estrellar contra el suelo. Más como puede suponerse, su cuerpo había adquirido una resistencia mucho mayor que antes y pese a la fuerza del golpe, no se lastimó”.

Gabriel García Márquez manifestó, no recuerdo cuando, que la lectura de la breve obra de Kafka le abrió posibilidades para su quehacer de escritor. A su vez, Jorge Zalamea -el autor de ‘El Gran Burundu Burunda’-, inspirado por la transformación de Gregorio Samsa, escribió ‘La metamorfosis de su excelencia’, que muestra la transformación de aquel que llega al poder y se convierte en un tirano y algo peor.

No sé si con el tiempo, surja un escritor que haga posible el relato de la metamorfosis de lo que ocurre bajo el sol del trópico. La transformación dibujará a aquel que a los veinte años es anarquista furibundo, pone bombas, papasbomba y aterra con sus discursos fanáticos; a los veinticinco abriles se convierte en comunista y carga bajo su brazo la obra de autores que fueron antidogmáticos. Al frisar los treinta, se moderan las pasiones, convencido que a la salida es el socialismo. Llegados los treinta tres años –a la mitad del camino de la vida, como diría el poeta- le ocurre el cambio conceptual y se hace un liberal, supuestamente al estilo inglés. Llegadas las primeras canas, a los cuarenta años, cambia de paradigma, al darse cuenta que estaba equivocado; que lo mejor es la tradición y por eso, adopta la capa del conservatismo. Y a los cuarenta y cinco años pide la intervención de la autoridad para desalojar a “esos despistados” que hacen una marcha y obstaculizan la libre circulación “de mi vehículo”.

Claro que hay otros, que comienzan a los dieciocho años siendo ultragodos de racamandaca, a lo largo de los años siguen el camino de la derecha y, desembocan en el lado del corazón. Más esa es otra historia, de otra columna.

Por Silvio E. Avendaño C.
avendano.silvio@yahoo.com

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