La esfera representa la perfección de las figuras geométricas, cualquier punto de la superficie equidista de su centro. Una esfera siempre está en equilibrio. El planeta Tierra no es una esfera perfecta, sus polos están achatados y su zona ecuatorial abultada, y se le suman la superpoblación mundial, la deforestación, los tipos de combustión y la contaminación industrial. El equilibrio como esfera cada vez va disminuyendo, y una consecuencia de esta sumatoria es el efecto invernadero que produce el calentamiento global.
En lo social, son tantas las variables, que se hace notable la deformación en la esfera. En la escala salarial se configura una pirámide, si comparamos el sueldo de los congresistas, magistrados y gerentes de empresas con el salario mínimo. En las leyes también hay imperfecciones. Explicaba un profesor de filosofía: “Los seres humanos, en ocasiones por su categoría vulnerable a las tentaciones del poder y a las ideologías, y a veces por su fidelidad a los principios universales de respeto por las libertades de los ciudadanos, toman decisiones que transgreden los comportamientos comunes, los caminos habituales, y esto genera controversias, porque cada uno ve las cosas desde su óptica mental y particular”.
La pretensión de concebir un modelo ideal de persona es uno de los errores notables de intolerancia. Es frecuente ver amigos que se enfrascan en discusiones fanáticas por colores políticos, al punto de polarizar sus posiciones y lastimar viejas relaciones de amistad. Muchos padres esperan que sus hijos hereden sus tradiciones y preferencias; esta implícita presión es un obstáculo perturbador, que altera la libertad y autonomía de elegir una disciplina, ya sea en las artes o en cualquier otra profesión. La libertad, valor ético universal, es la esencia de la dignidad para tejer en los colores del tiempo el tamaño de sus sueños.
Finalizo con este breve relato (de mi autoría): Son cuatro hermanos, uno es delgado y con los ojos de su abuelo materno; otro es de piel cobriza, similar a su abuela indígena; dos llevan en la piel la nostalgia del palenque de sus abuelos paternos. El color, la cara, la estatura, no los hace más ni menos; y el afecto de su madre es igual para todos. Nadie se lamenta ni se ufana de su condición física. La genética es la esencia de los cuerpos.
Frente al espejo cada quien dialoga con su voz interior. Repetir el camino triste de las penurias de los abuelos o las cicatrices del cansancio por la ausencia de los padres, no es una página legítima en el libro de los sueños. Algunas atávicas costumbres son aquelarres de cavernas: negación de libertad. La educación abre puentes para que cada quien, con la sed de los sueños, edifique con dignidad la transparencia de su tiempo en el lugar elegido.
Por José Atuesta Mindiola