X

La memoria del vallenato en Atánquez, traducida a relatos de un patrimonio que se canta

Atánquez es un corregimiento de Valledupar, en el departamento del Cesar, Colombia, y hace parte del Resguardo Indígena Kankuamo.

Reconstruir la historia folclórica del pueblo para luego transcribirla y dejársela a las nuevas generaciones como documento de consulta que les cuente quiénes son, no es una tarea fácil, ya que implica una investigación juiciosa, orientación rigurosa para adelantarla de la mejor manera y los medios para traducirla a un formato ameno y de fácil acceso para las comunidades; anhelo y certeza que tienen Nixon Arias y Martín Alvarado, dos hombres de radio, embebidos en la comunicación comunitaria, nacidos y criados en un lugar distinto a muchos que han conocido, de callecitas de piedra y aroma a café mañanero, rodeado de un bosque nativo, con cantos de aves al amanecer y un entorno que es oda a la flora y a la fauna, a los ríos y al viento, a los sonidos de la vida y la música.

En este contexto, llegó a sus manos una convocatoria que buscaba a creadores de contenidos para emprender la tarea de poner la ‘Música Vallenata Tradicional en Sintonía’, un proyecto del Ministerio de Cultura, promovido desde la Dirección de Comunicaciones – a través del Proyecto Las Fronteras Cuentan- y la Dirección de Patrimonio, en el marco de la estrategia del Plan Especial de Salvaguardia para la Música Vallenata Tradicional en el Caribe Colombiano, en su línea ‘Medidas de fomento y mejoramiento de la promoción, la difusión y la comercialización’.

El desafío era construir una propuesta que girara en torno a la producción de dos piezas sonoras pregrabadas de diez minutos, dos microproducciones de un minuto y un programa en vivo, cuyos contenidos deben promover el rescate y la valoración de la música vallenata tradicional. Aceptaron el reto, convencidos de que Atánquez tiene mucho que ver y qué contar cuando de música vallenata tradicional se trata y si la idea era ponerla en sintonía con la historia, el presente y el futuro, pues con más razón ellos estarían dispuestos y disponibles.

Se inscribieron ambos con sendos proyectos que andaban en líneas paralelas, con un comienzo y un final común, que los situaba en el rol de ese territorio en la consolidación de la música inscrita en 2015 por la Unesco en la Lista Representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial en necesidad de salvaguardia urgente.

Fueron muchos los radialistas que aceptaron el llamado, cuyas propuestas analizadas minuciosamente por un jugado experto que seleccionó diez de ellas, entre estas las de Nixon y Martín, quienes hoy avanzan en sus procesos de investigación, asombrándose e inspirándose con sus hallazgos, ratificando el compromiso tácito de apostarle a la custodia de este patrimonio, que es vida y canto.

Posteriormente, un Laboratorio y Contenidos Narrativas Vallenatas entre pares y expertos los dotó de elementos para enriquecer sus búsquedas y sus propuestas narrativas; con las advertencias lógicas de que no sería una tarea fácil, que tendrían que hilar muy fino para hallar y presentar esa relación directa entre el chicote, la gaita y el acordeón; para empezar con su trabajo a dar respuesta a la necesidad de la “investigación musical y seria que se amerita en Atánquez”, como se los dijo el compositor y escritor Santander Durán Escalona, invitado al encuentro.
Inspirados salieron de ese laboratorio y regresaron a Atánquez, preñados de saberes y de nuevas ganas de aportarle a la memoria histórica de su pueblo desde el arte. Han leído, preguntado, buscado y vuelto a preguntar, consignándolo todo en audios, videos y fotografías.

Hoy, Nixon y Martín están tan motivados que adelantan una investigación incesante, escudriñando en la memoria oral de los portadores de testimonios que puedan aportarle a su tarea, encontrándose con datos estimulantes que dan cuenta de la música previa a la llegada del acordeón, de cantos de aves replicados con instrumentos; de una tradición gaitera, de la llegada del acordeón, de la simbiosis musical que allí tuvo lugar, de las colitas, de los grandes representantes del acordeón en Atánquez y sus travesías por trochas milenarias, testimonios sobre José León Carrillo, Abraham Maestre, Agustín Montero y otros juglares.

Por el camino de sus averiguaciones, este par de radialistas han ido encontrando aliados indispensables para quitarle el polvo a los recuerdos de acontecimientos añejos e incorporarlos en sus historias; entre ellos Luis Carlos Ramírez, ‘El profe’, atanquero, compositor vallenato ganador de festivales, decimero y escritor de cuentos, al igual que Crispín Torres, un cuentero insigne que tiene el don de hacer más alegre la cotidianidad en la Sierra Nevada.

El trabajo está adelantado. Así pudo constatarlo una comisión del Ministerio de Cultura, encabezada por Óscar Bermúdez, asesor del Proyecto ‘Las Fronteras Cuentan’, quien terminó un itinerario por el Cesar y La Guajira, lugares donde hoy se desarrolla el proyecto, convencido, como lo afirmó, de que “vale la pena apostarle a la búsqueda de esos relatos que dan cuenta de la música vallenata tradicional y ponerlos en sintonía con las presentes generaciones; que hoy pueda conocerse la historia sobre este patrimonio que se canta”.

Estos radialistas atanqueros, por su parte, están cada vez más comprometidos con la idea de salvaguardar las tradiciones, que es colectiva no solo vinculando a la comunidad kankuama sino a los indígenas en general: “La apuesta del pueblo indígena es cuidar lo que tiene, lo que le queda, como el río Candela, el río Guatapurí…”, expresa Nixon. Juntos se han trazado el propósito de transcribir los hallazgos y consignarlos en un documento que quede para la historia y les brillan los ojos cuando a ello se refieren, cuando cruzan los cantos de toches, azulejos, guacharacos y otros pájaros con las melodías del vallenato tradicional, cuando hacen el paralelo del pasado gaitero y el presente con acordeón, cuando hacen una nueva entrevista. Sin embargo, se preocupan cuando encuentran una ruptura en el proceso de transmisión generacional del arte musical y ven que es espinoso, pero no imposible, el camino de preservar las tradiciones, en medio de unas dinámicas tecnológicas y de redes sociales.

El pueblo

Atánquez es un corregimiento de Valledupar, en el departamento del Cesar, Colombia, y hace parte del Resguardo Indígena Kankuamo. Allí, a 921 metros sobre el nivel del mar, rodeados de montañas, sobre callecitas de piedra, habitan unas seis mil personas, que derivan su actividad económica de la producción de café, aguacate, plátano y caña de azúcar, la elaboración de alfandoque, panela atanquera y la emblemática mochila kankuama, que es comercializada en el mundo entero.

Es un pueblo con unas riquezas culturales inmensas, de chicote y gaita, de cantos y danzas, de colita y vallenato, de décimas cantadas; es el pueblo del Corpus Christi, de San Isidro Labrador; con una emisora llamada Tayrona Stereo y una historia asombrosa esperando ser contada.

En su libro ‘Cultura Vallenata Origen Teoría y Pruebas’, el investigador Tomás Darío Gutiérrez Hinojosa se refiere a Atánquez como “un caso especial” en el capítulo ‘Las escuelas o sectores subculturales de la música vallenata’; lo describe como “uno de los centros de cultura popular más importantes de Colombia” y añade en uno de sus apartes que “a José León Carrillo Mindiola, el atanquero que fuera llevado a un seminario español a mediados del Siglo XIX, lo que más le llamó la atención del Viejo Mundo fue el descubrimiento de un instrumento músico que llevado sobre el pecho era capaz de producir una melodía que le recordó a sus ancestrales gaitas atanqueras y quizás le pareció tan rica en contrastes y melodías que halló acertado el retirarse del seminario para volver a América a obsequiar a su soñado Atánquez con el nuevo descubrimiento musical, pues con la venta de sus libros había comprado un acordeón”.

Y es de allí, de Atánquez, y de otros rincones de Cesar y La Guajira, inspirados por el Ministerio de Cultura, de donde saldrán piezas sonoras para poner en sintonía la Música Vallenata Tradicional, a través de relatos de un patrimonio que se canta.

Por María Ruth Mosquera

 

Categories: Cultura
Periodista: