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La marcha de los títeres 

En el juego de la vida jugamos todos en una forma u otra; unos como ricos, otros como pobres, unos como buenos, otros como malos, unos como conformes, pero la gran mayoría inconformes, que son los que entienden, que los que dirigen los supuestos movimientos políticos  lo hacen por el simple hecho de manejar las situaciones de la vida fácil para sí, cuyo objetivo único es disfrazar una falsa lucha de clases, en especial entre ricos y pobres, colocados en el tinglado de una falsa sociedad idealista, compuesta por unos cuantos idiotas avispados, sucios de mentalidad, que están como siempre en la búsqueda  del florero del engaño para intimidar a las comunidades.

Cuando les da la gana y sobre todo cuando las cosas no andan por donde ellos quieren, entonces, la inventiva aflora en sus mentes perversas y ponen a bailar a muchos al son que se necesita, para que la rumba se arme siempre bajo el libre dominio sobre unas voluntades venales que por causas de las necesidades de vida mejor sin el trabajar fervoroso unas, y otras atrapadas por las angustias de la pobreza y miseria que, involuntariamente ven la necesidad inminente de entregarse al mejor postor, que en estos casos abundan por montones en estos escenarios de las tragedias políticas.

En los gobiernos mediocres, cuando se está perdido en el andar, para evitar que las cosas tomen otro rumbo, apelan a las marchas, supuestamente en busca de apoyo de sus súbditos, y que a la hora de la verdad no son más que veladas políticas, cuyo fin único son las contiendas y enfrentamientos para de esta forma encubrir y minimizar el ambiente relevante de los errores, maldades y desafueros cometidos por el dueño o los dueños del poder, normalmente enfermos de dictadoras anacrónicas para dominar a las patadas a una serie de seguidores obligados, que parece que no entendieran bajo otra forma.

Salen entonces a relucir las marchas, pues cada quien quiere mostrar su verdad bajo la intimidación del poder unos y del miedo y terror otros, pues en el fondo solo se busca el enfrentamiento que como siempre, casi nadie de uno u otro bando, nada tienen que ver con el fin único de aquellos promotores de las guerras y que al final ni siquiera perciben porque se han enfrentado.

Arremeter contra los grandes capitales es el lema, en vez de alianzas estratégicas en pro de una sociedad viable, que sólo la puede brindar la riqueza que genere trabajo justo y estable.

El capital y el trabajo siempre serán una alianza imprescindible para el progreso social bajo la interpretación consciente de la equidad, que se manifiesta cuando todos disfrutemos de los privilegios básicos para una vida digna, sin llegar a confundirla con la igualdad, que está solo se da de la manera en que se  nos permite evaluar nuestra capacidad de trabajo y el esfuerzo de lograrlo con una remuneración merecida, guiada por la capacidad, conocimientos y experiencia por encima del que usa o de los que usan de su incapacidad para usufructuar del esfuerzo de otros

Las marchas no deben aprovecharse como un último recurso de los violentos para supuestamente defender a una sociedad oprimida, sino para expresar soluciones por lo que verdaderamente se necesita, con condiciones justas, y dejar a un lado ese caballo de batalla que nadie cree, bajo la supuesta lucha entre ricos y pobres, para seguir atizando el odio de clases bajo una fiesta de títeres que al final nunca consiguen pareja, a pesar de ser grandes bailarines en estas fiestas.

Nunca se ha visto el provecho de las marchas cuando se usa el miedo y la violencia para llenar plazas y engañar conciencias.

Donde hay libertad podemos utilizar la razón para llamar mediocre al mediocre, sin el temor que nos afrenten con represalias e intimidaciones peligrosas; aún así, hay que cohibirse de hacer presencia, sobre todo, cuando olemos que las marchas lleven el sello de una marcha de títeres autómatas, dirigidas y controladas por perversos de la fuerza bruta.

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Fausto Cotes: