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La Maquinaria (segunda versión)

Desde mí cocina

Por Silvia Betancourt Alliegro

‘Creo que la bisagra más delgada en mi mano
somete a desprecio a toda la maquinaria’.
Walt Whitman

La democracia nos somete, nos obliga a votar por cualquier persona así su ideario no concuerde con nuestras aspiraciones. Pensándolo bien, es posible que ningún encarnado logre un consenso perfecto e irrebatible, que conduzca a los pueblos por sendas de justicia y bienestar.
Además, todos los hombres aspiran a gobernar al lado de sus amigos, aún conociendo sus defectos, posiblemente porque lo que requieren sean aplausos, venias y convenios.

Escucho, desde mi cocina, las voces de todos, y desde mi escritorio leo sus frases ampulosas para referirse a actos prosaicos, y además obligatorios, por la naturaleza de los cargos que ejercen gracias a nuestros votos; con olfato de madre percibo las marrullerías y las sumerjo en mi base de datos, de la que emergerán cuando la indignación me soliviante y me impela a publicar para que el olvido no impere en mi descendencia.

El asombro no se asoma a las puertas del alma cuando constato que los alias están por encima de los nombres de pila, puesto que para identificarlos desde las memorias de las masacres, sólo se logra  rememorando los apodos extraños, perversos, irreverentes e insanos, que una vez y otra están escritas en los periódicos regionales. Aprovecho para apuntar que muchos de los espantosos sucesos locales no se consignan en el único diario nacional que impera. Por alias conocemos a los guerrilleros, paramilitares, delincuentes comunes ¡y hasta a algunos artistas y políticos! En mi caso es un seudónimo.
Son abundantes, diversos y dispersos los sucesos encadenados, por tanto, ignoramos a qué meta nos conducirán; no podemos prever cómo alterarán –aún más-  la geopolítica nacional; tampoco alcanzamos a imaginar el futuro que tendrán nuestros hijos, ni los de los implicados en la guerra, pues las secuelas de este tiempo los asediarán, de la misma manera que a nosotros nos han acorralado desde que tenemos uso de razón; y si miramos más atrás, también a nuestros padres y abuelos les hostigó la existencia, haciéndoselas oscuras y tenebrosas, así se hayan refugiado en  el romanticismo de las antiguas canciones.

Hablando de canciones, circulan muchas que narran las ‘gestas’ de los narcotraficantes, guerrilleros, políticos, paramilitares; nos resumen en sentidas letras la historia contemporánea de esta tierra, que desde su creación no ha dejado de estar irrigada ‘beneficiada’ con sangre humana, por tanto, forman parte de nuestro acervo socio- cultural y se introducen de tal forma, que acabamos por asumir que nuestra existencia está supeditada a ‘arreglar’ las cosas por medio del uso de las armas, que solo sirven para asesinar, todos lo sabemos y acatamos, porque el terror a la horrenda maquinaria nos socava la dignidad.

Esta columna la escribí en agosto de 2006, y lo único que ha cambiado son los eufemismos con los que ahora los medios camuflan a los malignos: Bacrim, que debo añadir al diccionario de mi PC.

@yastao

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