Tengo que confesar que me sublima una crónica bien narrada, esas historias que fueron sucesos en un momento determinado del tiempo, de la vida de alguien y que cuenta de manera especial. Las crónicas no son narraciones fantasiosas ni tampoco son un escrito de ficción, pues lo que realmente busca la crónica es detallar un acontecimiento real en un tiempo determinado, tan bien contada que quien la recibe siente que la está viviendo y la disfruta como tal.
No todo el mundo tiene la facultad para escribir y narrar crónicas, nuestra zona caribe tiene expertos en este menester: cuenteros, poetas, escritores, compositores, músicos y periodistas que hacen magia con este tipo de relatos. Gabriel García Márquez, Rafael Escalona, Leandro Díaz, Diomedes, Adolfo Pacheco, Calixto Ochoa; el periodista Ernesto McCausland, Juan Gossain, Alberto Salcedo Ramos; sin dejar de citar a los cronistas criollos, los nuestros, y tan buenos como ninguno: Juan Rincón Vanegas, Edgardo Mendoza, Mary Daza Orozco, Carlos Rodolfo Ortega, Albert Castilla, William Rosado, Andrés Molina, José Romero Churio. Para mi gusto el mejor Alberto Muñoz Peñaloza. Y una lista inmensa de columnista de EL PILÓN.
Estos narradores de historia se han paseado por el tiempo y por diferentes sectores y escenarios de nuestro local mundo Macondiano, que nos admite conocer, además de la importancia de la oralidad, un escenario literario escrito que, fecundo en detalles, le permitirá a futuras generaciones conocer bien la historia que hemos vivido. El maestro ‘Beto’ Murgas nos deleitó en días pasados con una crónica deliciosa que tituló “La Infancia que vivimos”, cuenta de una manera dulce, sencilla, minucioso en su descripción, no dejó pasar ningún detalle de esa época en la que creció y disfrutó la vida de una de las familias más significativas del folclor vallenato: los Zuleta Díaz. Esperamos que, como ésta, nos siga deleitando con otras historias que merecen ser contadas y preñar el sentir literario de esa poesía narrada que tanta falta nos hace.
No es fácil desarrollar este estilo narrativo, cultural, literario y periodístico. Precisamente por no ser fácil es destinada a los mejores. Faltan muchos pero les reitero mi admiración y respeto a todos los que no pude nombrar por espacio. Cien años de soledad es el vallenato de 350 páginas, la crónica que más realce le ha dado a nuestra literatura en el mundo. Premio nobel para Gabo y orgullo para Colombia. “La Gota Fría” de Emiliano, nos narra las diferencias de éste con Lorenzo Morales que inmortalizó con su crónica cantada. “La Custodia de Badillo” del maestro Escalona: Se la llevaron, se la llevaron, se la llevaron ya se perdió/ lo que pasa es que la tiene un ratero honrado/ lo que pasa es que un honrado se la robó. Igual una oda a la amistad “Jaime Molina” que el maestro inmortalizó: “Recuerdo que Jaime Molina / cuando estaba borracho ponía esta condición / que si yo moría primero él me hacía un retrato / o si él se moría primero le sacaba un son”.
Crónicas, años de historia, bien narradas en menos de cinco minutos que usted recrea por horas en su imaginación Caribe. Si puede solo, dele solo… de lo contrario deje al que sabe. Se las dejo ahí, decía nuestro filósofo de carrizal. Sólo Eso.