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La magia de escribir

Por: Gregorio Guerrero 

Siempre he pensado que el escritor cuando escribe juega a ser Dios sin serlo. Una cosa es ser columnista, y otra muy diferente escritor. Y juega a ser Dios por la capacidad infinita de fabricar un mundo lleno de personas variopintas, con vidas diferentes, y entornos a su gusto, en donde quita la vida con el mismo esfuerzo de pestañar, y longeva a quien quiere con el mismo esfuerzo; revive los muertos, alegra las viudas y hasta tiene la libertad de fabricar un mundo lleno de paz y de amor aun rodeado de una tercera guerra mundial, incluso, hasta regresa del mas allá a los padres del huérfano que un día salieron y nunca regresaron, ni sus cuerpos sin vida para ser sepultados  como Dios lo manda en el más acá. Cuando lo hago, que me introduzco en ese mundo, y por cuestiones de tiempo tengo que salirme para hacer otra tarea diferente, y vivo el mundo real, siento estar en un mundo ajeno al mío; entonces quisiera tenerlo todo para solo sentarme a escribir de tal forma que como me dijo alguien en algún momento de mi vida “a veces estás en este mundo y crees estar en el otro:  de ilusiones y sueños, y te cuesta diferenciarlos”, me imagino que así le pasa a Leonardo Maya, él tiene la capacidad de vivir en ese mismo mundo; muchas veces lo he visto pasar caminando frente donde yo estoy, pero él no se ha dado cuenta que lo estoy fisgando. Un día lo vi volando con las alas prestadas de un ángel desalado, otro día lo vi quitándoles las espinas a una roja rosa para entregárselas una tal Julieta (y no es mi hermana), y pintando un pájaro grande multicolor que ya no tenia alas para volar y cada nuevo intento  da más dolor como dice Pablo Milanés cuando se refiere a la soledad del hombre. A Jacobo Solano también lo he visto, en una barca sin velamen ni viento, buscando a una italiana perdida que salió de su país después de la segunda guerra mundial, y dizque la vieron en una ranchería de la alta guajira pintando cuadros sanguinolentos con pinceles de cabello de india virgen y en vez de pintura  sangre de chivo tierno; y averiguando por una puta colombiana que trabaja de mercancía en una vitrina de un coffeeshops en el barrio Rojo en Ámsterdam para escribirle su pobre vida. Pero a quien siempre veo es a Mary Daza con una inmensa pancarta frente al palacio presidencial, (en donde el presidente es uno mismo) con letras de molde rojas que dice: los muertos no se cuentan así, hoy estoy seguro que uno de los antes mencionados pisará Estocolmo para que el mundo sepa que existe un lugar en la tierra en donde todo es posible y nada pasa, donde el que estorba lo mandamos a vivir tres metros bajo tierra, en donde un lenes es igual a un viernes, en donde los que matan van al entierro y lloran al muerto, en donde la gente escoge su fecha para morir y dejan los preparativos a punto, en donde para salir de la pobreza solo hay que engañar al pueblo y hacerse elegir por ellos, en donde la salud se apuesta como el numero de un chance; con esos detalles que el mundo se entere tendremos más que merecido un Nobel para esta tierra. ¡Falta quien los cuente!

 
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