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La madre de las batallas

Es verdad que hay zozobra y que la guerrilla se anotó una victoria ante la vergonzosa claudicación de Santos. Pero los pactos de La Habana son solo una batalla y en ella nada podíamos hacer los de a pie. Todo dependía del Gobierno y del Congreso. Y ahora de lo que diga la Corte Constitucional que, ojalá, demuestre independencia y coraje.

La guerra, sin embargo, no está perdida. Queda aún la batalla del plebiscito, cuyo valor depende de que la Corte sea capaz de nivelar la cancha y asegurar condiciones de igualdad para quienes quieran votar no y quienes deseen abstenerse.

Y después del plebiscito vendrá el combate fundamental de las elecciones del 2018. Si llega al poder una coalición de partidos del actual gobierno y la izquierda, como la que ganó con triquiñuelas en el 2014, a la que se sumarán otra vez las Farc, lo que viene será negro para el futuro de la democracia republicana y para el derecho a la propiedad privada y la libertad de empresa.

Por eso hay que enfocarse desde ya en prepararse para triunfar en ese gran combate. Ahí nos jugamos el futuro.

Para esa, la madre de todas las batallas, hay mucho por hacer. Para empezar, hay que superar la polarización entre uribismo y santismo. La división profunda no está ahí. Muchos que hoy apoyan a Santos están siendo manipulados para hacerles creer que la paz solo era posible arrodillándose frente a la Farc y que debía hacerse a cualquier costo. Ellos, sin embargo, en el fondo están del lado de la democracia republicana, de las libertades y de un sistema económico que reconozca y premie el trabajo y el esfuerzo individual. Para el 2018 hay que evitar la división emocional, falsa y maniquea que el Gobierno vende entre amigos y enemigos de la paz y plantear en cambio la que sí hay entre los socialistas radicales y los demócratas, entre los asesinos y sus aliados y quienes no tenemos untadas de sangre las manos y siempre hemos respetado el derecho, entre victimarios y víctimas.

También es necesario “desconstitucionalizar” la discusión. El grueso de la gente no entiende de poderes constituyentes, sustitución de la Constitución, y similares. Hay que buscar un lenguaje llano y simple, de fácil comprensión. Y sobre todo hay que buscar la conexión emocional con el ciudadano de a pie, con sus necesidades y expectativas.

Con ese propósito es indispensable construir un relato positivo de país. No podemos dejarnos atrapar por el negativismo, por el “no” a esto y aquello. Hay que tomarse la bandera de la esperanza, del futuro mejor, y definir políticas y programas que satisfagan las necesidades profundas del colombiano y defiendan la democracia republicana y el capitalismo incluyente.

Sí, Santos ha sometido al país a una gran derrota. ¡Pero las batallas definitivas están por librarse y vamos a ganarlas!

Por Rafael Nieto Loaiza

 

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