“Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”, dijo Jesús.
La luz es ventana vencedora que bendice la vida, fortalece la fe, ilumina la esperanza y el conocimiento; es espejo donde el sol deletrea la sinfonía de los colores y los pájaros avivan la simetría azul de sus alas en el viento.
Este texto es una invitación a meditar, soslayando las tinieblas. Un suave tamboreo preside el instante aquel en que el hombre recién creado en el paraíso descubre la luz del primer amanecer y se dirige a contemplar la majestad del sol, levanta su cuerpo sobre la punta de sus pies, como queriendo ser más alto, para mirar de cerca el imponente astro luminoso. Frota sus manos frescas y detiene su mirada en el infinito mundo de los colores y siente que de la primera noche quedaron atrás imágenes de los fantasmas, jugando con los ruidos de la oscuridad.
La luz es eterno símbolo de la vida. Es revelación de la verdad. Nada hay oculto bajo la luz del sol, dice el refrán. La oscuridad es la cara oculta de la verdad. Una mujer en la oscuridad no puede leer en los ojos de su amante la verdad de las palabras. Pobres mujeres que en la oscuridad creyeron en las palabras de su amante y se entregaron sumisas al instinto del placer.
La longevidad de los ojos es un secreto de la luz natural, la misma que en los cristales del agua suspendida en el aire se refracta para formar el arcoíris. Descubramos, como el primer hombre, un nuevo amanecer, nuestra luz interior para aprehender la donosura del gozo; tal como afirma Ernesto Sábato: “Un lujo verdadero de gozo es un encuentro humano, un momento de silencio ante la creación, ante un trabajo bien hecho o ante una obra de arte. Gozos verdaderos son aquellos que embriagan el alma de gratitud y nos predispone al amor. Que brille la luz natural que llevamos adentro, la de la luna en sus noches de romances, la del sol en sus amaneceres de vuelo y de canto, para que así, el hombre mantenga lo que de niño prometió”.
El diálogo y la honestidad son virtudes que enaltecen la condición humana y fortalecen los principios de solidaridad, lealtad y respeto. Quien vive de frente a la luz y cultiva la iluminación en su espíritu es honesto y sincero consigo mismo y con los demás, y exalta los valores de la vida sobre la muerte.
Cuando la oscuridad es desbordante, el alma se aprisiona en laberintos, se desvanece en el hilo de la maga salvadora y es imposible encontrar las puertas del sosiego y la esperanza. Que Dios haga el milagro para que los corazones de los colombianos se abran a la luz de la honestidad, la sensatez, la tolerancia, el respeto por la vida y el derecho a vivir en paz.
José Atuesta Mindiola