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La lucha por el derecho al agua

Consideramos que ya no es un secreto que estamos viviendo en una época de la globalización del hambre que corre paralela a la acumulación de la riqueza. Gracias a los sistemas informativos podemos afirmar que más de mil millones de personas en el mundo carecen de agua potable, para el departamento del Cesar hay cuatro municipios con agua de calidad, 10 tienen agua potable y en 11 no es potable, y en Colombia la mitad de los mil ciento dos municipios tienen problemas de abastecimiento de agua potable, en La Guajira cuatro de cada diez habitantes no tienen agua potable para una población de 902 mil habitante; nos preguntamos ¿Cuándo reiniciamos obras en la represa del río Ranchería para llevarle agua potable a la mayoría de sus habitantes?

Lo que estamos viviendo es una afrenta a la dignidad humana al no poder saborear diariamente el preciado líquido que la naturaleza ha puesto a disposición de la sociedad humana. ¿Qué podemos esperar de un sistema que patenta estas increíbles cifras de indicador de sufrimiento? Esto quiere decir que no nos encontramos en el mejor de los mundos y por lo tanto este no es el mundo que queremos ni el que han soñado nuestros antepasados en todas las latitudes y culturas.

Hay que expresar con claridad que el agua, en su calidad, posibilidad de acceso y disfrute, es el principal derecho después de la vida ya que sin ella no es posible explicar la existencia de ningún ser sobre la Tierra. El derecho humano sobre al agua no es un derecho cualquiera, está inmerso en la dignidad humana y la explica en la medida en que nadie pudiera concebir la existencia del ser humano interno, sino tiene suministro de agua limpia como alimento y saneamiento cotidiano.

Digamos que en los referentes de nuestros orígenes como nación y como sociedad plurietnica y pluricultural están relacionadas con el agua, las montañas y sus depositarios. En este sentido el derecho humano al agua y su capacidad de ejercerlo prefigura en una sociedad con equidad y democrática.

Lo que estamos viviendo es que los síntomas actuales de crisis ambiental empiezan por el deterioro de los recursos hídricos. Aquí en nuestro territorio nación, en pleno corazón del territorio la degradación del Río Grande de la Magdalena es la manifestación más evidente del estado de la sociedad colombiana. Dilapidada, violentada como el río, la sociedad se expresa con indignación ante quienes hasta el presente han administrado los bienes de la naturaleza, dejando tras de sí el saqueo de los mismos y la huella de la degradación.

Hemos visto en muchas publicaciones, algo que parece más una historia repetida, no ya como la tragedia humana de miles de pobladores ribereños, que han visto decrecer la pesca durante los últimos 40 años en la cuenca del Magdalena desde 60 mil toneladas anuales a menos de 5 mil en la actualidad.

Por: Hernán Maestre Martínez

Categories: Columnista
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