Por Leonardo José Maya
A los seis años mi tía Zoraida cambió mi mundo incierto por uno apasionante: me contaba historias de marinos intrépidos que desafiaban las tormentas de media noche cantando versos de amor, me hablaba de héroes valientes que enfrentaban ejércitos inmensos sin perder jamás la fe.
Sus príncipes eran jinetes temerarios que saltaban en sus caballos prodigiosos a rescatar princesas que morían de amor mirando la luna en balcones custodiados por guardias feroces.
En realidad no se cual es el mundo falso, si es el que intento vivir o el que me contaba mi tía -o si en el mejor de los casos- existen mundos paralelos, aunque reconozco que siempre he sido más proclive a los mundos mágicos, puedo decir que la verdad es que cuando conocí el cine no me pareció gran cosa, ya mi tía me lo había inventado sin limitaciones y con finales a mi antojo.
Es éste, mi primer mundo, donde me refugio a ratos, fugitivo de ese otro mundo real, cruel, incomprensible y despiadado, como un simulacro de mi propia existencia.
Sin embargo –y es paradójico- mi realidad hoy no es muy distinta a ese primer mundo que descubrí a temprana edad: se de héroes valientes que aferrados a una idea desafían ejércitos de perversos sin méritos, sin Dios, sin patria ni gloria, conozco marinos intrépidos que luchan contra tormentas aterradoras para encontrar mundos mejores, se de príncipes temerarios que realizan prodigios de amor imposibles a la razón, las luces y las ciencias.
La verdad es que tanto a los marineros intrépidos, como a los héroes valientes y a los príncipes temerarios los impulsa la misma fuerza que ha transformado al mundo y es el amor: amor a los que haces, amor a una idea, amor a lo que amas, amor a lo que sueñas porque aunque la meta esté muy lejos, estoy seguro que si das el primer paso ya acortaste el camino…
HAY MUJERES
Hay mujeres que me producen sensaciones fantásticas, con solo mirarlas viajo a dimensiones desconocidas, es como si un viento apacible arrastrara mi velero a aguas mansas y elementales, me dejo llevar por esta ilusión y viajo a esos mundos increíblemente hermosos, luego vientos contrarios me regresan de nuevo y vuelvo a ser un hombre normal.
No sé si estos viajes son reales o imaginarios, pero sospecho que mucho de real deben tener porque siempre me dejan algo de naufragio.
Un sabor amargo, de mar salado, siempre queda flotando en mi paladar.