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La ley zanahoria

MISCELÁNEA

Por Luis Augusto González Pimienta

En Colombia se les llama zanahorios a los individuos sanos, poco dados a las fiestas y enemigos de los escándalos. Es un vocablo que tiene una connotación despectiva, en tanto alude desdeñosamente a las personas que prefieren el recogimiento placentero del hogar al divertimiento público. Por extensión, las normas que limitan el horario de venta de licores se conoce como ley zanahoria.

Ha causado escozor la determinación del alcalde de implantar la ley zanahoria en esta ciudad. Entendible porque ninguna disposición restrictiva es popular. Y ésta si que menos, en una población que por diferentes razones no tiene día específico para parrandear ni horario predeterminado.

Protestaron enseguida los propietarios de establecimientos comerciales dedicados a la venta de licores por lo que suponen un velado toque de queda o, si se quiere, una ley seca parcial. Ante la protesta, el alcalde prometió revisar el decreto que impuso la restricción.

Toda decisión administrativa aprovecha a unos y perjudica a otros, es una verdad de a puño. Lo importante es que los beneficios sean superiores a las pérdidas reales o presuntas y que el bien común prevalezca sobre los intereses particulares.

La prohibición de venta de licores a partir de ciertas horas no es nueva en Colombia y tampoco en el mundo. Siempre se recuerda el ejemplo de Antanas Mockus, cuando la implantó en Bogotá en su primera administración. En su momento recibió las críticas más despiadadas de los comerciantes, pero los resultados le dieron la razón. Disminuyeron los homicidios, las riñas con lesionados graves, los robos, los secuestros y sobre todo, los escándalos a altas horas de la noche o de la madrugada. La efectividad de la medida fue avalada  por las estadísticas.

España, Estados Unidos, Chile, Argentina, Costa Rica, Venezuela y México, entre otras, son naciones que han establecido la ley zanahoria y tienen reglamentaciones muy severas para sancionar a los infractores

La ley zanahoria cobija a los bares, discotecas, estancos, tiendas, supermercados y demás sitios de expendio de licores. Las casas de familia y los clubes sociales, que son una prolongación de aquellas, están por fuera de la limitación horaria de venta y consumo de bebidas embriagantes. Dios quiera que no vaya a ocurrir como en Bogotá, en donde los bares y las discotecas cambiaron su razón social y antepusieron al nombre la palabra “club”, para franquear sus puertas en horario prohibido. Reza el adagio popular que hecha la ley hecha la trampa, y en eso los colombianos somos especialistas.

El mandato del alcalde Socarrás tiene el apoyo de las gentes de bien, que son los más. Se lo agradecen especialmente los vecinos de los expendios de licor y los padres de familia insomnes por las rumbas de sus hijos.

Se le sugiere al burgomaestre que, adicionalmente a la determinación tomada, haga cumplir la Resolución 627 de 2006 del Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial,  respecto de los niveles de ruido permitidos, dependiendo de la zona de que se trate. Ya va siendo hora de meter en cintura a los que alteran la tranquilidad ajena con sus estridentes equipos de sonido.

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