El empirismo de la Ley de Murphy es implacable: todo aquello que anda mal siempre es susceptible de empeorar y si “algo puede salir mal, saldrá mal”. Y esto, exactamente, es lo que ha venido sucediendo con la economía colombiana. Cuando se creía que lo peor había quedado atrás con el paso del 2016 y se esperaba que el 2017 sería el año de la recuperación de la senda de un mayor crecimiento del PIB, el comportamiento de este nos ha defraudado. Según dijo hace un año el Ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas este año estaba llamado a ser “mejor para la economía colombiana en comparación con el 2016” y con el optimismo panglosiano que lo caracteriza le apostó a que “la economía crezca 2.5% el próximo año”, refiriéndose al 2017.
Sin embargo, la economía siguió rengueando, sin poder levantar cabeza y arrancó el año, según el DANE, con un anémico crecimiento de sólo el 1.1 % en el primer trimestre, lo cual obligó al Ministro Cárdenas a recalcular su meta de crecimiento bajándola a un modesto 2.3 %. Luego la rectificaría dos veces más al conocer los registros del segundo (1.3 %) y tercer trimestre (2 %), para un promedio de 1.5 % para los primeros nueve meses del año, fijándola primero en el 2% y por último en el 1.8 %, que sería el más bajo en lo corrido de este siglo. Para alcanzar ésta, según el propio Ministro, el crecimiento del PIB en el cuarto trimestre tendría que ser del 2.5 %, asaz difícil de lograr. De hecho la previsión del B de la R es del 1.6 % para el 2017, la del FMI es del 1.7 %, sólo el Banco Mundial y la CEPAL coinciden con la del Gobierno.
Estos datos nos indican que la desaceleración de la economía se ha prolongado por cuatro años consecutivos, durante los cuales el ritmo de crecimiento se ha venido debilitando pasando del 4.9 % en 2013, 4.4 % en 2014 al 3.1 % en 2015, al 2 % en 2016, para recalar este año muy por debajo del 2 %, según lo pronostican los mas serios analistas. Colombia, entonces, tiende a nivelarse por lo bajo con el mediocre crecimiento que ha caracterizado a la economía de la región en los últimos años y que podría alcanzar el 1.7 % este año. Lo más grave es que la economía colombiana además de ralentizarse, viene creciendo muy por debajo de su promedio histórico de décadas anteriores que supera el 4 % y de su crecimiento potencial, el cual a su vez ha bajado dramáticamente desde el 4.5 %, según ANIF, a sólo el 3.5 %, el cual, al paso que vamos será del 3 % anual durante 2015-2020.
De otra parte, la economía sigue resentida por los déficits gemelos, que sigue arrastrando irremisiblemente. A septiembre de este año el déficit en la Cuenta corriente de la Balanza de pagos se situó en el 3.7 % del PIB ($11.000 millones), al arrojar la suma de US $8.363 millones, no obstante contar con una tasa de cambio competitiva, que pudo favorecer las exportaciones no tradicionales, pero que no han podido aprovecharla porque quedaron malogradas por la enfermedad holandesa que contrajeron con el boom del sector minero-energético, ahora de capa caída. Si bien las exportaciones han crecido este año el 19.2 %, ello en parte obedece al efecto rebote, pues veníamos del peor año para las exportaciones, debido al desplome de los precios del petróleo, que fue el 2016.
Entre tanto, el déficit fiscal ronda el 3.6 % del PIB (casi $34 billones) y el Gobierno quiso corregirlo y de paso espantar el fantasma de la baja de la calificación de la deuda soberana pasando por el Congreso de la República una reforma tributaria, pero se quedó con el pecado y sin la gracia, porque al tiempo que desestimuló el consumo y frenó el crecimiento, el mayor recaudo estuvo muy por debajo de las expectativas. En efecto, según la propia DIAN, entre enero y noviembre se alcanzó a recaudar la suma de $128.7 billones, para un incremento con respecto a igual período del año anterior de 7.8 %, 2 puntos porcentuales menos de lo esperado, para alcanzar la ansiada meta de tener una presión fiscal del 14.2% del PIB. Así las cosas el comportamiento de la economía en el 2018 es de pronóstico reservado.