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La Levadura

Por: Valerio Mejía Araújo

“¿A qué compararé el reino de Dios? Es semejante a la levadura que una mujer tomó y mezcló con tres medidas de harina, hasta que todo hubo fermentado” San Lucas 13:20-21

Sin una clara revelación de lo que Dios desea hacer en la iglesia, no podemos avanzar con una fe vencedora. Cuando la meta principal de nuestra fe es sólo mantenernos a salvo de las circunstancias, nuestra fe es menos de lo que Dios espera. Jesús tenía en mente mucho más para nosotros que simplemente sobrevivir. Estamos destinados a vencer. Cada encuentro con Dios es una invasión del Todopoderoso a nuestra desesperante situación. Ese es nuestro gozo.  

La llama original de pentecostés, el Espíritu Santo mismo, arde al interior de la iglesia. Fue Dios quien determinó que la esposa fuera sin mancha y quien nos llamó vencedores. 

La parábola de la levadura, ilustra la sutil pero abrumadora influencia del Reino en cualquier ambiente en que se lo ubique. La situación entenebrecida de las circunstancias mundiales se convierte en el telón de fondo sobre el cual, Dios expone a su gloriosa iglesia. 
Para ilustrar esa visión profética de la iglesia vencedora, echemos un vistazo a la vida de Daniel: Tenía unos quince años cuando fue arrancado de su familia, trasladado a Babilonia y convertido en eunuco al servicio del rey. Comenzó como aprendiz en la corte de Nabucodonosor, pero fue ascendido como asesor y se convirtió en consejero del rey.

En el contexto de su tiempo, hacía parte de un sistema de gobierno basado en la magia, astrología y brujería. Sumado a eso, Babilonia era una sociedad compleja y liberal, con distracciones suficientes para mantener a cualquier persona  en constante tensión entre la devoción a Dios y un insano amor por este mundo. Agreguemos una arraigada idolatría, y tenemos una combinación mortal que socavaría la fe de cualquier creyente distraído.  

Daniel, por el contrario, poseía una devoción absoluta a Dios y un propósito marcado e inflexible. Buscaba la excelencia en su puesto, era como la levadura que fermentaría toda la masa. 

Amados lectores, si buscamos a alguien con motivos para amargarse, aquí lo tenemos: arrebatado de su familia, forzado a servir y a trabajar entre ocultistas. Pero la grandeza de Dios se ve, con frecuencia, al otro lado de la injusticia y la ofensa. Daniel superó ese obstáculo, obtuvo la victoria gracias a su devoción a aquel que es verdaderamente grande.

Gran parte de la teología del Reino, en la actualidad, está concentrada en el gobierno, en el sentido de que los creyentes lleguen a ser cabeza de grandes empresas y gobiernos. Y en cierta medida, esto es cierto. Pero nuestro verdadero punto fuerte ha sido, y siempre será, el servicio. Si sirviendo, como Daniel, somos ascendidos a puestos de gobierno, debemos recordar que lo que nos llevó allí, nos mantendrá allí. En el Reino, el más grande, es el siervo de todos. 

Mi invitación hoy es a que nos infiltremos en el sistema y desde nuestra posición leudemos toda la masa que nos rodea, permitiendo que lo sobrenatural invada lo natural y que la acción de Dios cambie y transforme todo a nuestro alrededor. Usemos toda posición de liderazgo para servir con más poder. 

Saludos y muchas bendiciones…

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