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La lección de vivir ligero

Hace unos días, el destino me regaló uno de esos encuentros que te sacuden el alma. Me crucé con una amiga muy especial, alguien con quien compartí días muy felices de mi niñez. La última vez que hablamos, nuestras vidas iban por caminos diferentes, pero esta vez nos encontramos en un punto de inflexión, en ese instante perfecto que parecía estar destinado. 

Ella estaba a punto de marcharse a Malta, con una maleta como su única compañera de viaje. Mientras conversábamos, me contó que su vida había cambiado mucho desde la última vez que nos vimos. “Todo empezó en el Tayrona”, me dijo con una sonrisa que mezclaba nostalgia y orgullo. “Ahí viví con muy poco, en condiciones que para otros pueden parecer difíciles y precarias, y me di cuenta de que no necesitaba tanto. Tú vives en el Tayrona y aprendes a adaptarte, a disfrutar lo básico. Fue el momento más simple de mi vida, y también el más feliz”.

Sus palabras resonaron en mí. Me describió cómo vivía rodeada de naturaleza, sin maquillaje, sin adornos, simplemente en su estado más natural. “No necesitaba nada, absolutamente nada. Me sentía plena, divina, tal como era. Ahí aprendí que no necesito más de lo esencial, y ese aprendizaje lo llevaré conmigo para siempre”.

Ese estilo de vida sencillo, que comenzó casi por necesidad, terminó siendo una elección consciente. Desde entonces, su camino la llevó a lugares como Palomino, Medellín, México, Argentina, España y, ahora, Malta. Cada lugar fue una escuela que le enseñó algo nuevo sobre sí misma y sobre el mundo.

“Es que todo lo que llevamos de más nos pesa”, continuó explicándome. En México llegó incluso a regalar su maleta. “Era demasiada carga, física y emocional. Todo lo que llevaba me hacía sentir limitada, mientras que lo único que realmente me sumaba eran las experiencias. Esas no pesan, no restan. Las cosas materiales, en cambio, sí. Aprendí que  puedo vivir ligera, porque todo lo que de verdad importa lo llevo dentro de mí”.

Me contó cómo trabaja desde su ordenador para una empresa en Estados Unidos, lo que le da la libertad de vivir donde quiera. Alquila un Airbnb, se queda el tiempo suficiente para conocer el lugar y cuando siente que es hora, se marcha al siguiente destino. Su hogar no tiene paredes, pero su refugio está dentro de ella misma.

“Viajar ligero no es solo una cuestión de maletas, ¿sabes? Es aprender a soltar todo aquello que no necesitas. Es darte cuenta de que lo más valioso no ocupa espacio, que las cosas no te completan. Al final, lo que necesitas para sentirte seguro eres tú mismo”, me dijo con una serenidad que me inspiró profundamente.

Mientras la escuchaba, pensaba en cuántas veces nos aferramos a lo innecesario. Nos atamos a objetos, a relaciones, a recuerdos que ya no nos nutren, pero que cargamos con nosotros por miedo a soltarlos. Y ese peso, aunque invisible, nos frena. Las aerolíneas te cobran por cada kilo de más, y la vida también, aunque de maneras menos evidentes.

Nos despedimos con un abrazo largo, y le prometí que nos veríamos en Malta. Me quedé reflexionando sobre su historia, pensando en cuán transformador puede ser vivir con menos y confiar más en nosotros mismos. Espero que, cuando ese encuentro llegue, yo también haya aprendido a vivir más ligera, entendiendo que mi lugar seguro no está en lo que me rodea, sino en mi corazón, donde habita Dios, y en donde siempre puedo encontrar la paz y la fuerza que necesito.

Por: Brenda Barbosa Arzuza.

Categories: Opinión
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