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La lección de un humilde escultor

No, no era el Día del Árbol porque esa fiesta es el 29 de abril, tampoco era Corpus Christi, porque se celebra 60 días después del domingo de resurrección, ni siquiera era el Mes del Artista Colombiano, que según la Ley 881 de 2004 es en el mes octubre. Era un día cualquiera cuando Pedro Ortega, sin tener mucha noción de su orientación en tiempo y espacio, se dio a la tarea de esculpir un viejo y seco tronco, que yacía inerte en el parque de las Madres. Sus manos conectadas a la imagen tatuada en su cerebro, poco a poco fueron tallando en el viejo tronco la imagen de Cristo Crucificado, justo en el momento de su pasión y muerte.

La obra que el escultor Pedro Ortega se permitió hacer de un viejo y seco tronco, hoy es visitada por propios y extraños. Se revive nuevamente la polémica de las imágenes sagradas, pero es claro que para quienes profesamos la fe católica esas imágenes nos ayudan a conectarnos con la esfera espiritual.

 Respetamos eso sí las opiniones en contrario, pero exigimos respeto hacia nuestras creencias. Pero más allá del ámbito religioso está el artístico. Este hombre, habitante de la calle, hizo algo con alto valor estético por lo que cabría preguntar: ¿tendrá alguna formación académica? ¿O si es un artista empírico? Llama poderosamente la atención cómo alguien que hasta hace unos días era uno más del rebaño, rompe su anonimato y se roba la atención de los medios y público en general.

El mensaje que nos deja esta escultura es la agonía de un hombre condenado a morir en la cruz. ¿Será que el artista siente que agoniza, atrapado por el alucinante mundo de las drogas? ¿Buscará en su desespero algún tipo de ayuda humanitaria que lo saque del infierno en que se encuentra inmerso?

Considero que, como sociedad, no podemos hacernos los de la vista gorda, frente a un hecho de esta magnitud, y menos en este tiempo de cuaresma que nos invita a todos a la conversión.

No esperemos una fecha especial, porque el tiempo de cuaresma es especial, pues es un tiempo de reflexión, de ayudar al hermano necesitado, de mostrarnos solidarios. Son muchos los que como Pedro Ortega deambulan por las aceras de nuestra ciudad, en absoluta precariedad, ante la mirada indiferente de una sociedad insensible ante el sufrimiento ajeno. No obstante, en ocasiones la vida nos sorprende con obsequios de quien menos se espera. La escultura del artista Pedro Ortega es un maravilloso regalo que le hace a Valledupar la pregunta es: ¿Cómo podríamos nosotros responder a ese gesto?

Nota de cierre: Sigue Valledupar sin Hogar de Paso, y la Administración Municipal no parece estar interesada en ponerlo en marcha. Mientras tanto se denuncia que quedaron $30.000 millones de pesos sin ejecutar, habiendo tantas necesidades por atender. Es lo que nadie se explica. darioarregoces@hotmail.com

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Dario_Arregoces: