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La Junta pegada al alma de Diomedes Díaz

Fernando Castillo, quien se mandó a tatuar en toda su espalda una gran imagen del rostro de Diomedes Díaz y la frase: Y el día que se acabe mi vida, les dejo mi canto y mi fama. Cortesía.

La Junta es bello pueblo donde nació Diomedes. Es ese mismo pueblo guajiro donde el calor juega de local y a veces lo visita una leve brisa que regala la Sierra Nevada.

Allí se desarrolló una charla entre amigos, ahora llamada conversatorio, después de la llegada de la caravana de Willys Parranderos que organizaron la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata y la Alcaldía de San Juan del Cesar.

El pueblo estaba alegre y triste, algo que para explicar con palabras es tan complicado como subir a pie a la luna. Claro, que eso lo trató de interpretar un viejo juntero, “Diomedes era alegre, pero nos sigue doliendo su partida sin regreso”. Era lo dicho, después de morir Diomedes se ha encargado de sumar recuerdos que lo tienen más vivo que nunca. Una frase en una tarjeta lo ratificaba: “Diomedes vive por siempre”.

La Junta es un bello pueblo

a donde nació Diomedes

dondeto’ el mundo lo quiere

y me aclaman cuando llego.

Qué mejor que en su tierra recordar a Diomedes con este verso de la canción ‘A mi papá’. Y precisamente por sus amigos cercanos, cuando daba sus primeros pasos hasta convertirse en artista. Lo hicieron tan bien que lo retrataron de pies a cabeza.

De esta manera salió a relucir la historia de ‘El chivato’ nombre que le puso Luis Alfredo Sierra, a quien le quería quitar el puesto porque era el cantante del pueblo. “Era insistente, no se doblegaba ante nadie, ni ante nada y vea que con el paso de los años fue el mejor para orgullo nuestro”, recalcó.

Intervino Rubén Darío Araújo, para contar el día que le cambió la vida a Diomedes y pasó de soltero a casado. Él fue el autor de la “segunda” para que Diomedes se escapara con Patricia Acosta. “Esa fue toda una odisea por esos caminos polvorientos en una vieja camioneta. Los dos estaban tan felices que casi no hablaban, sino que los besos estaban de fiesta”. Calló, miró a Patricia que estaba en la tarima y ella solamente sonrió al recordar ese momento sublime de un amor que le sigue dando la vuelta al mundo a través de las 22 canciones que le hizo Diomedes. Ejemplo de eso está todavía la ventana marroncita hasta donde Patricia regresó para recordar en vivo y en directo esos ratos felices que nadie se los puede robar.

También entró en el periodo de recuerdos Jaime Araujo Cuello, cuando Diomedes visitaba a Bogotá con motivo de sus primeras grabaciones y en un hotel le daban las tres comidas con pollo. “Me llamó preocupado y me dijo que así como estaba iba le iban a salir alas. Me lo llevé para el apartamento y cocinamos de todo un poco, claro, menos pollo”.

Salieron también a relucir los cuentos cuando viajaba en los buses para las presentaciones de otros cantantes, todo con la finalidad de que le dieran chance de cantar una, dos o tres canciones.

Esa vez se presentaba Jorge Oñate en Manaure, Cesar, y en el camino alguien le pidió el favor a Diomedes que se bajara en una tienda a comprar un paquete de cigarrillos, cuando ingresó a la tienda el bus arrancó y lo dejó. Cómo era insistente agarró un chance en un camión que llevaba atrás tanques de gas. Diomedes dijo que les iba a dar la sorpresa, pero mucho antes de llegar encontró al bus de los músicos varado y les gritó: “Aquí les llevo los cigarrillos y en Manaure los espero”.

Por su parte el periodista, escritor y compositor Luis Mendoza Sierra, recreó historias de la vida y obra de Diomedes Díaz, que aparecen en su libro ‘Un muchacho llamado Diomedes’.

El tatuaje de Fernando

En medio de los pasajes de la vida de Diomedes en la década del 70 y 80, apareció el joven mexicano Fernando Castillo, quien se mandó a tatuar en toda su espalda una gran imagen del rostro de Diomedes Díaz y la frase: Y el día que se acabe mi vida, les dejo mi canto y mi fama. Fue la sensación y se tomó la mayor cantidad de fotos con los presentes al acto. Como cosa curiosa no lo fotografiaron de frente, sino por la espalda. Su rostro pasó a segundo plano.

“Soy desde hace muchos años, seguidor de Diomedes Díaz y de su música y por eso lo del tatuaje. Por primera vez vengo a La Junta, la que conocía a través de las canciones del gran artista”.

Enseguida un curioso que le hizo quitar nuevamente la camisa para tomarle con su celular una foto le preguntó sobre el costo del tatuaje y le contestó que alrededor de nueve millones de pesos. Ante lo que el curioso dijo: “Con esa plata me compro una casa en La Junta y le pongo el nombre de Diomedes Díaz Maestre”. Cosas de fanáticos.

Cantando

Al regreso de la caravana un fuerte aguacero le dio la bienvenida a Valledupar, pero quedó calcado en el pensamiento, ese pueblo mágico donde las historias se convierten en canciones. Una de ellas se entonó por todos los presentes al final del conversatorio. Se trata de la linda canción: ‘Cantando’. Era la canción precisa porque Diomedes había dado las gracias por la visita muchos años atrás.

Yo no sé cómo se paga

este gesto tan bonito

quiero repartir mi alma

y darles a todos un poquito.

Por Juan Rincón Vanegas

Categories: Cultura
Periodista: