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La inutilidad de los debates electorales

No creo en los llamados debates que organizan los medios en Valledupar; son intrascendentes, inocuos y carentes de eficacia electoral; la mayoría de quienes asisten a ellos, ya tienen decidido por quien votar y su presencia allí tiene por objetivo hacer “barras”.

Por lo general, las preguntas son mal formuladas y por ende, las respuestas permiten la evasión. Cada uno de los problemas que agobia a una región o localidad es tan grande que no se puede resolver en un minuto. Valdría la pena buscar otro modelo para conducirlos tal que se puedan aterrizar las soluciones propuestas por los candidatos que, por lo general, no conocen cuales son las funciones establecidas por la ley para alcaldes y gobernadores; pero tampoco, las conocen los organizadores de estos eventos.

Además, no estamos acostumbrados a votar por propuestas sino por lo abultado de la publicidad y las corrientes de dinero. Para donde va Vicente, va la gente; y Vicente lleva la tula. Esto es lo que en mercadotecnia se llama el “efecto vagón” que es donde viaja la moda. Se hacen preguntas acerca de ciertos problemas que no son responsabilidad directa de los alcaldes ni de los gobernadores.

Por ejemplo, la política de empleo es de tipo macroeconómico y corresponde diseñarla al presidente de la república con sus divisiones asesoras tal como Planeación Nacional; igual, lo relacionado con la seguridad y está demostrado que cuando hay mayor empleabilidad, la inseguridad disminuye.

La construcción de viviendas de interés social también es nacional y el programa es más populista que social; la oferta de viviendas podría agravar los problemas sociales; en Valledupar hay sitios de esos donde hay que pagar peaje para entrar; muchos vinieron de otras partes, no a edificar sino a pescar en río revuelto.

Estos debates son una farsa “democratera”. La descentralización administrativa pone en manos de los alcaldes la atención en los sectores de educación, salud, saneamiento básico y agua potable, cultura y deporte, algunos aspectos de infraestructura como pavimentación y vías terciarias y medio ambiente.

Pero estos son los menos atendidos; basta analizar sus indicadores para darse cuenta que somos un desastre. Debates, como los del Gimnasio del Norte, no lo son. Hay que decir, además, que este auditorio no es ideal, su acústica es un desastre, sugiero buscar otro lugar si insisten en hacer estos eventos.

El de la semana pasada para aspirantes a la alcaldía, si bien las preguntas fueron aleatorias para cada uno de los candidatos presentes, fue muy parsimoniosa; y pese a la aleatoriedad, no todos tuvieron la misma oportunidad de contestar y preguntar, algunos tuvieron más intervención que otros. No he asistido a otros que han realizado pero sospecho que se hicieron sobre la misma matriz.

Un hecho notorio en ambos eventos fue la ausencia de Luis Alberto Monsalvo y la de Ernesto Orozco que produjo en el auditorio una sensación de prepotencia de parte de ellos, una falta de elegancia y de respeto para con sus respectivos colegas de debate y con el público en general. Confrontar ideas nunca es malo, así uno se sienta vencedor y tener toda la razón.

El público los miró como candidatos fantasmas. “No comparto lo que dices pero estoy dispuesto a dar la vida por defender tus razonamientos”, le dijo Voltaire a uno de sus contrincantes.

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