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La inseguridad alimentaria del Cesar

POR: INDALECIO DANGOND BAQUERO

El Cesar es quizás el departamento con mayor reducción de sus áreas agrícolas y rendimientos de producción del país en la última década. Este triste panorama obedece a tres factores fundamentales: El desplazamiento forzoso de los productores a las ciudades, las malas prácticas agrícolas y la ausencia de una política de desarrollo rural por parte de los gobernadores de turno.

No hay derecho, pues, a que en este departamento, cuya principal fuente de empleo es el agro, sólo se estén cosechando 188 mil hectáreas de 2 millones que tiene aptas para la agricultura. Es inconcebible que en una superficie de 1.6 millones de hectáreas de pastos, solo tengamos un hato ganadero de un millón 600 mil bovinos. Es decir, un animal por hectárea, cuando en el resto del país se tienen 4 animales por hectárea.

Es inaudito, que mientras los ganaderos del Cesar obtienen un promedio de 3 litros de leche/día por vaca, los de otras zonas del país obtengan 8 litros; mientras cosechan 2 toneladas de maíz por hectárea, los de Córdoba obtienen 6; mientras cosechan 8 toneladas de yuca, los de Sucre recogen 12; en arroz están en un promedio de 6 toneladas frente a 7.5 toneladas en Huila y Tolima; en plátano no llegan a las 6 toneladas por hectárea cuando en el Quindío y Uraba superan  las 12 toneladas; lo mismo sucede con el café y el cacao, cuyas producciones no superan los 500 kg frente a los 1.200 kg que se recogen en Santander.

La principal causa de este subdesarrollo rural del Cesar es la insuficiencia de los conocimientos y contenidos enseñados por las escuelas rurales, que son excesivamente teóricos y disfuncionales a las necesidades de vida y de trabajo en sus veredas. En dichas escuelas se aburre a los jóvenes exigiéndoles que memoricen temas de escasa relevancia y no se les enseña en forma creativa y práctica lo que necesitarían aprender para volverse emprendedores y autodependientes. De esas escuelas siguen egresando generaciones de futuros agricultores con bajísima autoestima, sin los conocimientos, actitudes y valores que necesitan para ser agricultores eficientes y protagonistas de sus comunidades.

El segundo factor de la reducción de la producción agropecuaria del Cesar obedece al desplazamiento de 113 mil campesinos (de 300 mil que componen la población rural) del departamento, por parte de grupos al margen de la Ley y la explotación de los yacimientos del carbón. Esta situación se refleja en la composición de la estructura económica departamental. Entre 1990 y 2008, el PIB del sector agropecuario se redujo del 45% al 16%, mientras que el sector minero pasó del 8% al 40%, el industrial siguió reducido al 1% y el sector servicio se mantuvo en el 43%. Habría que preguntarse, para donde se fueron esos empleos productivos generados por esa gran actividad agropecuaria.

Durante este mismo periodo las administraciones departamentales de turno no han hecho otra cosa que despilfarrar miles de millones de recursos de regalías en maquinarias agrícolas y perforadores para pozos profundos abandonados, centros biotecnológicos inoperantes, compras de ganado puro que no se saben donde están, subsidios que van a parar a asociaciones ficticias y tantos proyectos sin impacto en el sector agropecuario, que  solo han servido para enriquecer a unos funcionarios públicos y a los carteles de la contratación agropecuaria.

Estas causas de las ineficiencias del sector agropecuario y de la corrupción pública departamental solo  se podrán contrarrestar, si establecemos una política integral agraria acordada con el sector empresarial y el Gobierno Nacional. Lo demás es pura paja y política de cuchara de palo cortoplacista. Como dice el Gobernador Antonio Navarro: “del afán y la improvisación, solo que queda el carcelazo”.

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