Un estudio publicado recientemente en el periódico El Nacional de Caracas muestra que si al medir la inflación venezolana se toman en cuenta los costos ocultos (o inflación reprimida) que se esconden detrás de los subsidios y los precios artificiales tan protuberantes en el vecino país, la inflación real estaría llegando al 1.800 %. Es decir, la hiperinflación. Por eso no es sorprendente que el desabastecimiento y la brecha cambiaria, el rezago de los salarios frente a la carestía, lo mismo que la corrupción y el contrabando, en vez de estar disminuyendo aumentan a marchas forzadas.
Cuando una economía alcanza niveles de inflación de cuatro dígitos como éste del 1800 % anual, el aparataje todo de cualquier economía deja de funcionar. Por más decretos que se dicten como desesperadamente lo hace diariamente el gobierno de Maduro, los precios relativos pierden la capacidad de asignar el ahorro hacia las mejores inversiones; y el reino de la especulación y de la escasez se instala con todo su despiadado furor. En el fondo, pues, en la raíz de todos los males venezolanos subyace una inflación que se les salió de madre. ¡Si nosotros estamos preocupados con una inflación anualizada del 8 %, piénsese cómo andarían las cosas en Colombia si el índice de precios estuviera creciendo a una tasa anual del 1,800 %! Y claro, con el desespero las torpezas gubernamentales se acumulan una tras otra. Por ejemplo, el nuevo decreto de conmoción interior dictado por Maduro la semana pasada y avalado inmediatamente por el tribunal supremo de justicia permite que el presupuesto nacional venezolano se siga ejecutando sin intervención alguna de la Contraloría. Ya hace algunos meses se había dispuesto que el Banco Central no podía publicar estadísticas sobre precios a no ser que mediara autorización expresa del palacio de Miraflores.
Es difícil encontrar en la picaresca de los disparates económicos ejemplos más elocuentes. No le falta pues razón al expresidente Mojica cuando dice que Maduro está más loco que una cabra.
A propósito de expresidentes: fue muy paradójico ver a todos los exmandatarios colombianos haciendo un gesto de unidad -lo que estuvo bien- con la valiente Lilian Tintori con motivo de la presentación del libro de su esposo Leopoldo López en Bogotá, encarcelado por el régimen de Maduro hace ya dos años. Pero qué bueno hubiera sido ver también un gesto de unidad similar de nuestros exmandatarios en torno a la paz de Colombia.
Cada intento de rebeldía democrática que intenta la Asamblea Nacional lo bloquea el gobierno con un golpe arbitrario a través del Tribunal Nacional de Justicia. Así ha venido sucediendo con la ley del referendo revocatorio, con el veto de la Asamblea a los decretos de dictadura económica, con su oposición a la conformación de la Asamblea Nacional de mayorías gubernamentales, y en fin, con cuanta ley adopta la Asamblea Nacional, último y único baluarte de que dispone la oposición.
Así las cosas, quien terminará tumbando a Maduro –más pronto que tarde- será la inflación. A los opositores se les puede meter a la cárcel sin juicio o con procesos amañados. A las protestas callejeras reprimirlas. A las mayorías de la Asamblea Nacional desconocerlas. A la comunidad internacional desoírla. Pero a una inflación anual del 1,800 % no se le puede sacar el cuerpo con la usual desfachatez. Si las urnas no derrotan a Maduro, el desbarajuste económico lo hará.