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La incultura del Valle en contravía del desarrollo turístico

Hablar de una persona inculta es detallar un personaje de modales rústicos y groseros o de corta instrucción.

En Valledupar observamos que este tipo de personajes pululan en abundancia.

Desde hace rato he querido escribir sobre esto y analizar de alguna manera este tipo de personas que se convierten en artífices del desorden, del caos, del vandalismo. Repito, aquí tenemos muchos que ostentan este pergamino gris.

Revisemos algunos casos y ustedes me dirán si hay razón para hablar de incultura en Valledupar.

Recorramos algunos escenarios a los cuales les han invertido recursos suficientes para mantenerlos como una tacita de plata. 

Los parques no se cuidan como debería, y el mal uso, dan al traste con su adecuado estado. 

Los juegos dañados, la basura que se asoma por todos lados y esto lo generan los incultos.

El domingo visité con la familia el parque ‘La Provincia’, la glorieta de Diomedes, y aquí empieza el rosario, encontramos por ejemplo que en la glorieta hay unas bancas para el uso de los visitantes, descansar o retozar un rato, pues fíjense que allí hay unos señores que venden sombreros y toman fotos a los turistas, hasta allí todo bien, pero resulta que los señores usan las bancas para exhibir los sombreros y no permiten con esto que los turistas las usen. 

Prima aquí el beneficio particular, pero nadie dice nada.

Mariana, Nicolás, la gran Lucia y Juan Pablo, mis hijos y mis nietos, me llamaron la atención en el uso que le dan a las fuentes que están en el parque; mientras los padres están tomándose fotos, los pelaos se bañan allí,  como si eso fuese una piscina. Jodida la vaina,

Unos desadaptados, no los puedo llamar de otra forma, usan el avión para hacer malabares y montarse sobre el aparato que además tiene otra trampita, una de las hélices no está fija y todos los muchachos llegan a darle vuelta y desde luego que rogamos para que no haya un accidente con eso.

La incultura está   en ese mismo escenario cuando dañan los monumentos de los artistas que se exhiben en esa zona y que son usados para tomarse fotos que perpetúen la visita al sector. Se están deteriorando a pasos agigantados.

El alcalde hace poco retiró la estatua de Diomedes para hacerle mantenimiento, pero se le pasó que a las monedas y al acordeón ya se les nota el deterioro.

Alcalde, tome correctivos urgentes para que eso no se vea tan feo, es la imagen del folclor y de la ciudad la que está en juego.

Quiero cerrar transcribiendo un mensaje que me encontré por ahí y que llega justo al escenario que deseo entendamos: “Los vagos se forman en las casas. En las familias que no ponen reglas, límites, márgenes y responsabilidades. El amor de los padres no puede perjudicar el desarrollo integral del individuo. El amor es disciplina, orden y respeto”.

Juan Pablo, el más pequeñito de mis acompañantes me instó a que llamara la policía por el tema del avión, eso hice, pero realmente no pasó nada.

¿Necesitamos un gendarme por cada ciudadano? No creo.  Esto es cuestión de urbanidad, civismo, principios, valores; hace mucha falta esto y un poco de mano dura también por parte de las autoridades, como dice Miguel Tomás. Hay que perseverar, si los malos no son tantos. Sólo Eso.

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Eduardo Santos Ortega Vergara: