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La incoherencia, el virus de las ideologías

Sin coherencia ideológica ningún proyecto político sale adelante; se podrán dar triunfos efímeros fruto del espontaneísmo emocional, se podrán ganar batallas, pero no la guerra. La victoria de Petro es una excepción a la regla, es una batalla, la guerra no está definida. Su ascenso al gobierno sin un partido fuerte que lo respaldara y sin maquinarias puede considerarse un milagro; como líder se hizo creíble y sus propósitos se mantuvieron intactos gracias a su coherencia ideológica, sabía para donde ir y logró convencer a más de la mitad de los colombianos de que su diagnóstico del país y de sus soluciones eran viables, lo está demostrando por más que sus adversarios lo nieguen. Pero liderazgos como este no se dan todos los días, sus logros hay que interpretarlos como el arranque de un proceso inaplazable; además, una verdadera democracia no se puede montar solo sobre el carisma y las condiciones personales de un líder.

El gaitanismo fue muy fuerte, pero muerto el jefe desapareció el encanto, nada quedó de su ideario. Es imprescindible tener una organización de base que desafíe el tiempo y las circunstancias, que sea impune a las patologías humanas que actúan como virus, tal como la incoherencia ideológica, los egos, los falsos liderazgos, los intereses particulares y la retórica engañosa. En la reciente asamblea de la Colombia Humana en Bogotá, el presidente Petro fustigó estos pecados capitales, presentes en muchos dirigentes a quiénes llamó fósiles, que yo he venido denominado mercaderes electorales, gentes sin escrúpulos y sin una fuerte convicción de que estos procesos deben ser universales, no personales ni familiares. Cuando no existía la posibilidad de votar por candidatos alternativos en los territorios, muchas veces lo hacíamos por amigos o simplemente por embarcarse en el tren ganador, lo cual es oportunismo.

Desde los debates pasados para el poder legislativo y el ejecutivo, esto cambió y nosotros tuvimos la oportunidad de cambiar; lo hicimos para la presidencia de la República en forma abrumadora tanto a nivel del Cesar como de Valledupar, Petro fue el ganador absoluto, surgió una mística por el cambio. ¿Qué pasó en las elecciones para gobernación y alcaldías, asambleas y concejos? ¿Será que el elector motu proprio dejó de creer en el cambio en tan poco tiempo? La derrota fue total. Una razón podría ser la poca cultura política de las bases electoras; la otra obedecería a intereses personales del sufragante motivado por algún fósil mercader que maneja algunos feudos.

Es contradictorio que muchos de los que recorrieron todas las calles de la ciudad y pueblos, siendo líderes, hayan adherido a los candidatos que el progresismo quiere derrotar para siempre. Algunos de estos supuestos líderes decidieron apoyar con sus respectivos grupos a las candidatas del “genequismo” y del uribismo para la gobernación, y a los aspirantes a la alcaldía de Valledupar por aspirantes adversos. No les dio pena abandonar sus propios candidatos. Sabemos quiénes son, conocemos su trazabilidad y sus andanzas, son mercenarios profesionales.

Seguro que los veremos de nuevo en nuestras tribunas. Es a estos a los que se refería Petro y por eso quiere renovación en los cuadros políticos con gente joven y mujeres sin vicios. Comparto esta apreciación pese a que yo también soy un fósil, consciente sí de que debemos estar en el cuarto de al lado para dar sugerencias si se requieren, la sapiencia de las canas de algo sirve, hasta los animales enseñan a sus crías.

Más, a esta nueva dirigencia no se le puede dejar en alta mar sin gasolina, el gobierno deberá empeñarse a fondo apuntalando en la burocracia alta y media a nuestra gente, que son las balineras del Estado; no solo de aire se vive, el poder lo tiene el adversario y desde adentro conspira. Parte de nuestra derrota se debió a ese abandono, el presidente Petro debería revisar la estrategia de la cohabitación; dicen que todo en exceso, menos la gratitud, es malo, incluso el democratismo. Mientras esto no ocurra, la corrupción seguirá impune. 

Luis Napoleón de Armas P.

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