Es deprimente ver lo que está pasando en la campaña por la presidencia de los EE.UU, la primera potencia económica y militar del mundo y auto referenciada como líder de la democracia de la cual siempre se jactan y nos inculcan como modelo.
Los debates electorales entre republicanos y demócratas siempre se han hecho en el campo de la derecha, con moderación por parte de los demócratas; las políticas de subordinación y guerras sobre el mundo se han mantenido uniformes; las diferencias han sido de formas y estilos pero no profundas y, en el fondo, el pueblo norteamericano con un perfil supremacista, ha tolerado y consentido esta tendencia.
Latinoamérica, el llamado patio trasero de los EE.UU, siempre ha tenido el mismo tratamiento, dependiendo del grado de cipayismo de sus respectivos presidentes, unos más serviles e indignos que otros. Puede decirse que Colombia ha sido el mayor abyecto, banalizando esta sumisión diciendo que son los mejores amigos en este patio.
En esta conjugación de intereses los presidentes gringos han mantenido ciertos grados formales de decencia y comportamiento, así sea para mostrar, incluso en tiempos de la URSS, pero desaparecido este espanto, Trump se salió por completo de este esquema y ha caído en las formas de hacer política y proselitismo como en la más vulgar de las repúblicas bananeras.
Este rambo, de perfil hitleriano (él es originario de Alemania) se quedó en la época de Sacco y Vanzetti, revivida por McCarthy, viendo comunistas por todas partes pero que ya no están por ningún lado, solo en la mente de unos ideólogos enfermizos. El neoliberalismo se ha quedado sin argumentos para defender sus falacias doctrinarias y por eso acude, sin escrúpulos, al reduccionismo del adversario. La más reciente encíclica papal, Fratelli Tutti, señala la imposibilidad de que el capitalismo, tal como está funcionando, resuelva los gruesos problemas de la humanidad.
Por eso, nuevos ensayos han de sobrevenir, descartando el fantasma socialista. Trump equipara ideológicamente a Biden con Petro, lo cual es un despropósito, y dice que a EE.UU le pasaría lo de Venezuela si eligen a Biden. Esto confirma que los EE.UU son más vulnerables de lo pensado frente a hipotéticos cambios socio-económicos, por elementales que sean. Este sí es el verdadero populismo con sabor sajón.
Por primera vez un candidato gringo a la presidencia clona un perverso cliché electoral hecho en Colombia, un país paria productor de cocaína con tendencias hegemónicas de ultraderecha que rompe el convenio democrático de Montesquieu. Nos llegó la hora del saber, exportamos conocimiento; se están copiando los excesos policiales con impunidad que ya se sienten en la Estatua de la Libertad; también acogen nuestras estrategias anti protestas.
El policía que asesinó con sevicia a George Floyd, nuestro Javier Ordóñez, ya está libre con una fianza de un millón de dólares. ¿Quién lo pagaría? Es para asustarse con un hipotético triunfo de Trump y que aquí suceda igual; masacres y tierra arrasada es lo que esperamos. Después de eso viene la invasión a Venezuela. Pero, ojo: nunca le jurungues el rabo a perro que no conozcas.