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La humildad

Hoy la Iglesia celebra la Solemnidad del Bautismo del Señor, y el relato del Evangelio que se proclama en la Misa (Marcos 1, 7-11) pone ante nuestros ojos la virtud de la humildad: por una parte la humildad del Hijo de Dios hecho hombre, que baja al Jordán para ser bautizado por un hombre y por otra parte la humildad de Juan que declara: “viene detrás de mí uno que existía antes que yo y al que no soy digno ni de desatar la correa de las sandalias…” Ya sea que fijemos nuestros ojos en la lámpara o en la luz, en el amigo del novio o en el novio mismo, en la voz que clama en el desierto o en la Palabra eterna que existía desde el principio, encontraremos un ejemplo acabado de humildad, virtud necesaria para agradar a Dios y también a los hombres.

La humildad consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades, así como de los propios logros y virtudes. En otras palabras, el humilde se tiene en justa estima y estima justamente a los demás. Resulta odioso encontrarse a personas que “no quieren pisar el suelo” y que creen ser de una raza superior. Normalmente quien actúa de esta manera intenta con ello ocultar sus falencias y valerse de las circunstancias para parecer diferente de lo que es en realidad.

En la orilla del Jordán, un hombre de aspecto un tanto extraño, hablaba a la muchedumbre acerca de la necesidad de cambiar de vida y prepararse para recibir al Mesías, un enviado de Dios por el que el pueblo suspiraba hacía siglos. Quienes estaban dispuestos a dicho cambio bajaban al agua y se sumergían en ella. Aquello era un signo externo de su interna disposición. De pronto, un hombre se acercó y el Bautista levantó la voz para decir: “Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo”. El momento que habían predicho los profetas, que los justos habían esperado, la revelación del Salvador había llegado ya. Pero ¡Un momento! No se trata de un guerrero cabalgando sobre un hermoso corcel y blandiendo su espada en el viento, se trata de un carpintero que, además, baja al río para ser también bautizado. En los rostros de los presentes se dibuja el desconcierto.

Juan se resiste, Jesús insiste y tiene lugar la Teofanía: manifestación de la divinidad. Los cielos se rasgan, el Espíritu Santo desciende sobre Jesús y se escucha la voz del Padre. Desde aquel momento las personas fueron detrás de Jesús y ya no detrás de Juan, cumpliéndose así las palabras del mismo Bautista: “Es preciso que el crezca y que yo disminuya”.

La virtud de la humidad atraviesa el relato de principio a fin y nos brinda la posibilidad de meditar un poco sobre nuestra propia vida. Si somos honestos es preciso reconocer que todos tenemos necesidad de crecer en esta virtud y de pedirla al cielo. Dicho sea de paso que cuando pedimos a Dios la humildad, Él suele darnos oportunidades para que nos ejercitemos en ella. No temamos sentirnos pequeños, ello nos da la oportunidad de abrazarnos a quien es Grande; no tengamos miedo de descubrirnos débiles, porque sólo así podremos confiar en quien es Fuerte; desterremos de nuestra vida el temor a sentirnos mortales, porque sólo así podremos acceder a las promesas de quien es Eterno.

Post scriptum: Repudio el atentado terrorista contra el semanario parisino “Charlie Hebdo”, pero repudio también a quienes, en nombre de la libertad de expresión, se burlan de las verdades y personas que para otros son sagradas.

Marlon_Javier_Dominguez: