Estos fenómenos como el cambio climático y el covid-19 nos obligan a cambiar desde ya nuestros estilos de vida; en tal sentido debemos iniciar un plan de acción rápido y certero, en el entendido que este virus que nos azota nos está saliendo caro económicamente y en vidas humanas, y lo que falta; el famoso cambio climático nos saldrá bastante costoso, especialmente a Latinoamérica, como lo ha venido anunciando la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) a través de la División de Desarrollo Sostenible y Asentamientos Humanos; entre otras, dicen que los efectos del cambio climático se reflejarán en la baja disponibilidad de agua (ya lo estamos viviendo), en productividad agrícola, en los efectos negativos de la salud (lo estamos experimentado), también los daños que se presentan y se presentarán en las zonas costeras, por aumento en el nivel del mar, y además, de los eventos climáticos extremos.
Estas cosas condicionarán el desarrollo de la región, Colombia y el mundo. Según estudios que se han realizado, el crecimiento económico mundial disminuirá al menos en un 25 % si no se hace nada para revertir y evitar los daños. El economista británico Nicholas Stern en un estudio realizado, entre otras, manifiesta que el “costo de no menguar las emisiones de CO2 es mayor de lo que se puede estimar porque las consecuencias del cambio climático se están manifestando más rápidamente”; y agrega que la contaminación está subiendo mucho, la capacidad del océano para actuar como sumidero de carbono es menor de lo que se creía y el deshielo de las regiones polares también se registra de una manera más ágil. El economista cree que “el cambio climático puede llegar a ser la mayor distorsión del mercado, porque los costos asociados a los daños generados por el fenómeno no se han incluido en el precio de los bienes y servicios, cuya producción ha causado el problema”.
En lo que hace referencia en nuestro país, se han venido tomando varias medidas para menguar los efectos del fenómeno con estrategias como mitigación y adaptación. En tal sentido, digamos que la mitigación se encamina hacia el desarrollo de actividades como cambios tecnológicos y procesos de desarrollo regional, sectorial y urbano, que permiten bajar las emisiones de gases con efecto invernadero, como por ejemplo, el caso de los Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL) de reducción de CO2, que implementan empresas de los sectores industrial y de servicios, entre otros.
Para el caso de la adaptación se ha venido buscando que todos los sectores relevantes, especialmente el energético, industrial, agrícola y el de la salud, puedan acoger en sus políticas internas medidas para minimizar los efectos nocivos, las pérdidas económicas y los daños sociales.
Uno de los aspectos importantes a tener en cuenta es la diversificación de la canasta energética con nuevas fuentes renovables de energía, entre otras, la geotérmica, la solar y la eólica, que podrían ayudar al país a alcanzar mayores niveles de seguridad en medio de la incertidumbre que generan el cambio climático, que hace parte especial de la sindemia (varias pandemias juntas), que no solo vive Colombia, sino el mundo.
Así las cosas, no hay duda que tenemos que darle un adecuado manejo a los recursos naturales y a la articulación del comercio de emisiones como una vía al desarrollo sostenible de los sectores productivos y energéticos. Por su parte, el sector agrícola debe ir pensando en bajar los riesgos y los costos asociados a la incertidumbre climática, implementando cultivos tolerantes a condiciones extremas del clíma.
También debemos comenzar a actuar sobre acciones individuales que son las que tienen mayores consecuencias y atentan contra el planeta. No podemos olvidar aquí que los sistemas de salud mundial también deben realizar cambios en sus acciones, especialmente aplicando la estrategia de la medicina preventiva. Pero también mencionar los sistemas alimentarios.