El llamado de urgencia de las mujeres etíopes ha creado una serie de alertas que empiezan a tener réplica en todos los canales, aunque la situación no sea una novedad. Que hoy, cada dos semanas deban repatriar el cuerpo de una mujer desde el Líbano y que hace una década murieran dos cada semana en ese mismo país es el resultado de suicidios por imposibilidad de seguir soportando la esclavitud a que se han visto sometidas por sus empleadores en el desarrollo de los oficios domésticos.
El sueño de una mejor vida para sus hijos y poder educarlos ha hecho que 250 mil mujeres lleguen al Líbano de la mano de sus dalalas, que son quienes las reclutan para las agencias de empleadas domésticas de las cuales hay mucha ilegales que confiscan sus pasaportes al llegar y las someten a la explotación económica, de lo cual se aprovechan entonces los empleadores para tratarlas como esclavas a su servicio, dándoles apenas de comer y en muchas casos, ya documentados, desfigurándoles el rostro porque consideran que su belleza es la culpable de que los maridos abusen sexualmente de ellas. Son maltratadas por la madame y el míster por igual. No las dejan salir de las casas y la disponibilidad debe ser de veinticuatro horas los siete días de la semana.
Otra es la historia de las mujeres sometidas a los matrimonios forzados desde que son unas niñas o raptadas por los hombres que abusan de ellas y las embarazan para dejarlas bajo sus dominios en paises donde no tener marido y se madre puede significar la muerte. Los padres son hacedores en la mayoría de los casos de estos matrimonios pactados y buscados, para ellos la mujer solo tiene el objetivo de ser entregada a un marido que la saque de casa. En Mauritania a las chicas flacas las someten al gavage o lebouh que consiste en engordalas tal como si fueran animales con litros de leche de camella porque la gordura es sinónimo de belleza y es así como atraerán al marido.
Hay 11.5 millones de empleadas domésticas inmigrantes en el mundo y cada año 15 millones de niñas menores de dieciocho años son obligadas a casarse. En los dos casos hay miles de mujeres que huyen y lo logran, otras miles de activistas luchando en las diferentes tribunas por los derechos de la población femenina sometida a estos vejámenes y otros cientos encargadas de fortalecer la red de protección en diversas organizaciones para rescatar físicamente, ocultar y repatriar a mujeres que recogen o que llegan a esconderse a escasos minutos de la muerte. Hay millones de mujeres que huyen en el mundo porque simplemente son mujeres.
María Angélica Pumarejo